Previous Page  46 / 64 Next Page
Basic version Information
Show Menu
Previous Page 46 / 64 Next Page
Page Background

R

ecuerde a sus alumnos el plan de lecturas de la serie «El Conflicto de

los Siglos». La lectura que corresponde a esta semana se encuentra en

Patriar-

cas y profetas,

capítulo 68.

46

jóvenes

aquellos que lo habían ayudado. Cuando Dios lo bendijo,

¡él bendijo a otros! ¡Qué clase de siervo! A pesar de sus de­

bilidades, David emuló el corazón de Dios con sus actos.

III. CONCLUSIÓN

Actividad

Concluya con la siguiente actividad y resuma el tema con

sus propias palabras.

Dividamos la clase en grupos de dos o tres personas. Pida­

mos a cada grupo que nombre dos atributos de David: uno

que lo identifique como un gran líder, y otro que lo iden­

tifique como un gran siervo de Dios.

Después de unos minutos, pidamos a los alumnos que

compartan lo que hallaron con la clase. A continuación, pre­

guntemos cómo podemos hacer para desarrollar esos atribu­

tos en nuestra vida. Cerremos con una oración en la que le

pidamos a Dios que nos ayude a ser mejores líderes para él, y

también mejores seguidores suyos.

Resumen

Comparta los siguientes pensamientos con sus propias palabras:

El libro de 1 Samuel termina de una manera terrible al

relatar la muerte de Saúl. ¿Cómo es posible que alguien a

quien se le ha dado una buena apariencia, un trono real y

la bendición de Dios pueda terminar de esa manera? Su

vida y su muerte son un triste recordatorio de que a menos

que permanezcamos en Cristo, no somos capaces de hacer

nada bueno.

Su muerte es yuxtapuesta con el ascenso de David, la

persona que Dios escogió para que lo sucediera en el trono.

Si queríamos más evidencia de la capacidad de David para

ocupar ese cargo, la tenemos en la manera en que manejó

la muerte de Saúl. Dios no le pidió a David que realizara

una ceremonia especial o que declarara duelo por la muerte

de Saúl.

Al enterarse de las muertes de Saúl y de Jonatán, David

puso inmediatamente a un lado todo el daño que Saúl le

había causado. El único sentimiento que lo embargaba era

el amor que sentía por ambos y la indignación por la mane­

ra en que los enemigos de Dios habían ofendido el nombre

del Altísimo al asesinar al rey de Israel. Cuando la gloria de

Dios está en primer lugar en nuestra vida, mostraremos el

mismo espíritu que David exhibió ese día en Siclag.