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ecuerde a sus alumnos el plan de lecturas de la serie «El Conflicto de

los Siglos». La lectura que corresponde a esta semana se encuentra en

Patriar-

cas y profetas,

capítulos 62 y 63.

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jóvenes

David fue consagrado en secreto, y no fue sino hasta un

tiempo después que fue consagrado en público (2 Samuel

2: 4; 5: 3).

2. David sirve comomúsico al servicio de Saúl—En 1 Samuel

16: 14 se dice que: «Entre tanto, el espíritu del Señor se

había apartado de Saúl, y un espíritu maligno, enviado

por el Señor, lo atormentaba».

Saúl cometió el pecado imperdonable al rechazar al Espí­

ritu de Dios. No es que Dios se haya apartado de Saúl,

sino que Saúl se rebeló y rechazó escuchar el llamado que

le hacía el Espíritu de Dios. Leamos el Salmo 139: 7 y

analicemos esta parte de la historia desde el enfoque de

nuestro libre albedrío.

Saúl obtuvo alivio temporal gracias a la música de Da­

vid. Según el Comentario bíblico adventista: «Cuando

Saúl escuchaba la música de David, sus malos sentimien­

tos de compasión propia y celos lo dejaban por un tiem­

po, pero volvían con redoblado poder al transcurrir el

tiempo» (t. 2, p. 531). A medida que Saúl continuaba

rechazando la orientación divina, se iba pareciendo al

endemoniado de la parábola de Cristo en Lucas 11: 24-

26, en la que la última condición de semejante alma es

considerablemente peor que su estado original.

3. David y Goliat—En su libro

David: A man of Passion &

Destiny

[David, un hombre apasionado y con un destino]

el pastor y escritor Charles Swindoll sugiere que hay cua­

tro lecciones que podemos extraer de la historia de Da­

vid y Goliat:

A. Enfrentar a los gigantes es una experiencia intimidan­

te. El paso del tiempo quizá ha causado que veamos la

historia de David sin darnos cuenta de lo aterrador

que tiene que haber sido enfrentar en combate a se­

mejante gigante como era Goliat.

B. Cuando batallamos lo hacemos solos. Nadie puede

luchar por nosotros. Nadie puede enfrentar nuestro

propio Goliat personal. Se trata de una batalla solita­

ria, pero es una batalla que nos permite crecer y con­

fiar en Dios.

C. Confiar en Dios es una experiencia estabilizadora.

David doblegó al gigante con una piedra. No pode­

mos afirmarlo, pero suponemos que David venció su

nerviosismo porque tenía una estabilidad que estaba

basada en su confianza en Dios. Si tratamos de ganar

nuestras batallas espirituales por nuestros propios me­

dios, perderemos. Pero si batallamos después de haber

orado lo suficiente, nos asombraremos de la estabili­

dad que lograremos.

D. La victoria es una experiencia memorable. Recordar

las victorias del pasado nos ayudará a marchar con­

fiados con la compañía de Dios para enfrentar el

futuro (Adaptado de Charles R. Swindoll,

David: A

Man of Passion & Destiny

[Dallas: Word Publishing,

1997], p. 48).

III. CONCLUSIÓN

Actividad

Concluya con la siguiente actividad y resuma el tema con

sus propias palabras.

Como cierre de la lección, demos unos minutos para

que los alumnos reflexionen en silencio. Pidámosles que

escriban dos cartas. La primera será una carta de Dios diri­

gida a ellos, que comience con «Querido ______, así como

llamé a mi hijo David, también te llamo a ti a...». La segun­

da carta será su respuesta a Dios.

Resumen

Comparta los siguientes pensamientos con sus propias

palabras:

ElenaG. deWhite nos recuerda: «La educación y la forma­

ción de la juventud es una importante y solemne tarea. El gran

objetivo debería ser el adecuado desarrollo del carácter, para

que la persona pueda desempeñar adecuadamente los deberes

de la vida presente y, finalmente, entrar en la vida inmortal

futura. La eternidad revelará la manera en que se haya llevado

a cabo la tarea» (

Testimonios para la iglesia

, t. 4, p. 411).

Con esto en mente, usemos la historia de David para alen­

tar e inspirar a los jóvenes a considerar cuidadosamente el asun­

to del carácter. Recordémosles que Dios no cambia. Así como

Dios consagró a un joven con un carácter íntegro en la antigüe­

dad, él sigue buscando jóvenes de carácter para que dejen hue­

llas en nuestro mundo. Todo alumno que estudie la historia de

David debe preguntarse: «¿Tengo yo la clase de carácter que

Dios puede usar?».