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Nuevo Horizonte
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abril-junio
20 de abril de 2019
INVERSIÓN
¿
E
ntendemos realmente lo que es el
Fondo de Inversión? ¿Hemos tenido
éxito al comenzar un proyecto de inversión
para Dios? ¿En qué hemos invertido a lo
largo de nuestra vida? ¿Hemos estado ofre-
ciendo a Dios únicamente los animales en-
fermos o frágiles, los árboles que no produ-
cen frutos, los hijos que son desobedientes
o que tienen problemas en la escuela, los ne-
gocios que están arrojando pérdida y los
matrimonios casi desechos?
Dios puede restablecer y arreglar todas
estas situaciones para su gloria. Nada es
imposible para él. Ahora, vale la pena que
nos preguntemos si hay algo que no quere-
mos entregar a Dios. Hablo en términos
de dinero, tiempo, o quizá talentos que nos
negamos a poner al servicio de Dios.
A lo mejor hemos cumplido con todo
esto, pero aún nos falta lo más importante.
Pensemos por un instante en el joven rico,
a quien Jesús le dijo: «Una cosa te falta:
anda, vende todo lo que tienes y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven,
sígueme, tomando tu cruz» (Mar. 10: 21).
El relato bíblico dice que al oír esas pala-
bras, el joven se alejó. Esto demuestra que
él estaba enfocado en sí mismo.
Hay un marcado contraste entre la ac-
titud de este joven, que no quiso despren-
derse de sus comodidades, y la de Jesús
que descendió de la gloria del cielo y se dio
a sí mismo por todos. Por esa y muchas
razones más, debemos darle a Jesús el con-
trol de nuestras vidas.
La ofrenda más grande que podemos
dar, y la mayor inversión, es permitir que
Dios nos dirija.
Digámosle en esta hora: «Señor, todo
lo que tengo y todo lo que soy es tuyo. Haz
conmigo lo que quieras. Te entrego mi ser,
mi cuerpo y mi voluntad».
En Romanos dice: «¿Quién entendió la
mente del Señor? ¿O quién fue su conseje-
ro? ¿Quién le dio a él primero, para que le
fuera recompensado?, porque de él, por
él y para él son todas las cosas» (Rom. 11:
34-36).
El apóstol Pablo también nos recuerda:
«Os ruego por las misericordias de Dios
que presentéis vuestros cuerpos como sa-
crificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro verdadero culto» (Rom. 12: 1).
Si con sinceridad entregamos el cora-
zón a Dios, no tendremos ninguna dificul-
tad en confiarle todo lo demás (nuestro
tiempo, dinero, bienes, familia, talentos,
etc.). De esta manera, estaríamos haciendo
la inversión más sabia de nuestra vida, man-
teniéndola en nuestro corazón para servir a
Dios sin reservas.
Harold Linzau y Mary Buissons,
Asociación de Martinica,
Unión de las Antillas y Guayana Francesa
Aceptemos la soberanía de Dios