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Una comunidad de gracia
EDITORIAL
L
a Escuela Sabática es una comunidad
de gracia. En ella, cada discípulo debe
sentir la confianza suficiente para compar-
tir sus sufrimientos, ansiedades, temores y
frustraciones. Debemos ser más consientes
de nuestra condición humana ya que fui-
mos hechos a la imagen de Dios, pero to-
dos pecamos y necesitamos gracia. Todos
necesitamos aceptación, perdón, aprecio,
aprobación y amor. El amor es el elemento
principal ya que este fomenta el desarrollo
de nuestra comunidad de gracia.
Por eso, es necesario recordar que el
discipulado comienza con el amor. El amor
por Dios y por el prójimo hará posible un
ambiente apropiado para el aprendizaje en
las comunidades de gracia.
El aprendizaje es posible cuando la
persona se siente feliz o segura. Un entorno
seguro estimula al estudiante a aprender,
hacer preguntas y reflexionar sobre la im-
portancia de la experiencia del aprendizaje.
Esta interacción entre lo afectivo y lo cogni-
tivo, le da sentido al aprendizaje del discí-
pulo. Cuando aprendemos, nuestras creen-
cias, valores y actitudes se transforman.
Esto solo ocurre en una atmósfera de amor,
confianza y aprobación. El amor debilita la
resistencia al cambio de las viejas creencias,
valores y actitudes.
James Loder, en su libro
Practical Theo-
logy,
explica el proceso de cambio en el
discipulado. Dicho proceso incluye la diso-
nancia cognitiva, la lucha intermitente, los
conceptos, la libertad o la redirección y
verificación. El proceso lleva al discípulo a
cambiar su vieja manera de pensar y a ad-
quirir nuevas experiencias. Así que, no hay
duda de que una comunidad de gracia faci-
lita lo nuevo y debilita la resistencia al
cambio. El amor es el corazón del discipu-
lado. El discipulado hace hincapié en los
sentimientos y el conocimiento para alentar
la transformación espiritual.
Samuel Telemaque,
Director del departamento
de Escuela Sabática
de la División Interamericana
Nuevo Horizonte
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abril-junio