MISIÓN NIÑOS
DIVISIÓN SUDAMERICANA
23
Perú
8 de junio
L
a
nueva
familia
de
C
ésar
El pequeño César sentía miedo cuando su padre volvía a casa del trabajo.
Dante, el papá de César, conducía un camión de basura y cuando terminaba de trabajar, se
detenía a beber cerveza antes de llegar a su casa. Cuando llegaba, estaba borracho y discutía con
Raquel, la mamá de César. Al pequeño no le gustaba escuchar a sus padres discutir.
Pero un día, todo cambió. Dante no llegó a casa borracho, sino que unos amigos lo llevaron
cargado. El padre de César tenía las piernas paralizadas, no podía caminar ni mover los brazos ni los
dedos. Había tenido un accidente conduciendo el camión de basura. Afortunadamente, alguien
había pasado por el lugar y había pedido ayuda. En el hospital, el doctor dijo que algo andaba mal
con el sistema nervioso de su papá y que no había mucho que pudieran hacer.
Dante visitó a otro médico, pero este tampoco pudo ayudarlo. Aun así, el padre de César
decidió visitar a otros médicos, pues no podía caminar. Un amigo le sugirió que fuera a ver a un
hechicero, y aunque visitó a varios hechiceros, ninguno pudo ayudarle.
Todas estas visitas a tantos doctores y hechiceros hicieron que el padre de César gastara todos
sus ahorros y, como no podía trabajar, no le quedó apenas dinero. Él no sabía qué hacer, y su
pequeño hijo César tampoco, pero estaba muy preocupado. Quería que su papá volviera a caminar.
EL LIBRO QUE LES CAMBIÓ LA VIDA
Un día, Dante le pidió a su hijo César que corriera al automóvil de la familia.
—En la guantera encontrarás un libro negro—le dijo—. Tráemelo de prisa.
César corrió a buscar el libro y se lo llevó a su padre. En la cubierta, el libro decía: «Santa Biblia».
Ninguno de los miembros de su pequeña familia había leído antes una Biblia.
Dante le dijo a su esposa Raquel que un compañero de trabajo que era adventista le había
regalado la Biblia hacía unos años, pero que él la había guardado en el vehículo sin darle
importancia. Ahora quería leerla, pues deseaba saber si Dios podía sanarlo.
Dante comenzó a leer la Biblia cada día y también a orar a Dios. El pequeño César lo escuchaba
decir: «Querido Dios, por favor dame una segunda oportunidad. Prometo que no volveré a beber y
que seré un buen padre».
Los días comenzaron a pasar, y César veía cómo Dios escuchaba las oraciones de su padre, ya
que poco a poco comenzó a sentir y a mover las manos y las piernas, hasta que pudo caminar de
nuevo. ¡César estaba muy emocionado!
Dante seguía leyendo la Biblia, y cuando leyó el cuartomandamiento, que dice «Acuérdate del
sábado, para consagrarlo al Señor» (Éxodo 20: 8), recordó a su compañero de trabajo, que era adventista.
—Vayamos a la iglesia adventista el próximo sábado—le dijo a su esposa.
UNA VISITA A LA IGLESIA
La iglesia adventista más cercana estaba en el pueblo vecino, así que la familia se subió feliz al
automóvil, pero cuando llegaron, las puertas estaban cerradas. Los miembros de la iglesia se habían
ido a una actividad en otra ciudad.
Decepcionado, el padre de César no volvió a la iglesia durante varios meses, pero seguía leyendo
la Biblia y orando. Pronto volvió a trabajar como conductor.
César estaba muy feliz. Su padre ya no llegaba borracho a la casa después del trabajo, y tampoco
discutía con su mamá. César ya no le tenía miedo; por el contrario, corría a recibirlo con un abrazo
cuando llegaba y lo acompañaba por toda la casa.
Un día, Dante le dijo a César:
—Hijo, escuché que habrá reuniones de evangelización esta semana en la iglesia. ¿Te gustaría ir
conmigo?