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MISIÓN NIÑOS

DIVISIÓN SUDAMERICANA

25

Perú

15 de junio

L

a

iglesia

formada

por

una

tragedia

En el año 2016, Alcides tenía trece años cuando

se subió a un abarrotado autobús para un viaje de dos

horas hacia una ciudad donde se celebrarían las fiestas

patrias de Perú. Su hermano mayor, Wilbur, de cuarenta

y cinco años, era el conductor del autobús. Los veintiún

asientos estaban llenos y había tres niños que iban de

pie en el pasillo.

Luego de unos treinta minutos, Wilbur detuvo el

autobús en medio de la montañosa y serpenteante

carretera. Tenía un poco de sueño, así que se lavó la cara

con agua de un arroyo cercano. Cuando continuaron el viaje, Alcides también

comenzó a sentir sueño, así que apoyó la cabeza en la ventanilla y cerró los ojos mientras

sentía que el autobús ganaba velocidad. De repente, el autobús se precipitó en una curva,

chocando contra un árbol y deslizándose por la pronunciada pendiente.

Alcides no recuerda haber escuchado a ningún pasajero gritar cuando caían. Solo

recuerda que el autobús daba vueltas y su cabeza golpeaba contra las ventanillas y los

asientos. En ese momento, oró: «Por favor, Señor, ayúdame. No me dejes morir aquí».

De repente, el autobús se partió en dos y Alcides salió disparado con fuerza, quedando

tumbado en el suelo, viendo maletas, latas de gasolina y cajas de cerveza caer hacia él.

De repente, comenzó a escuchar los gritos de los demás pasajeros y el miedo lo invadió,

pero luego comprendió que necesitaban ayuda y se acercó a alguien que tenía una pierna

rota.

—Estarás bien —le dijo.

De repente, recordó que su hermano iba conduciendo el autobús, así que comenzó

a buscarlo hasta que finalmente lo encontró.

—¿Qué pasó? —le preguntó Wilbur débilmente.

Alcides se quitó la camisa y la colocó sobre la frente sangrante de su hermano. En ese

momento se dio cuenta de que él era el único que no estaba herido.

El accidente del autobús se produjo cerca de un pueblo, y los vecinos acudieron en

seguida a ayudar. Alguien llamó a la mamá de Alcides y de Wilbur, la cual de inmediato tomó

un caballo y galopó hasta el lugar del accidente, a media hora de donde estaba. Cuando vio a

Alcides, lloró de alivio.

—¡Estás vivo, gracias a Dios! —exclamó—. ¡Gracias Dios!

En aquel momento, la policía comenzaba a llegar y un agente llevó a Alcides al hospital

para que lo examinaran. Otra persona se llevó a Wilbur.

Al siguiente día, enviaron a Alcides para su casa, pues el doctor consideró que estaba

bien. Pero su hermano fue trasladado a un hospital más grande en Cusco, donde lo operaron

varias veces.

El siguiente sábado, cuando Alcides fue a la iglesia, muchos de los que nunca habían ido

al templo asistieron para escuchar su historia. Otros querían ver por sí mismos si realmente

no estaba herido, y se asombraban.

Alcides Valdez Chicata, 15