MISIÓN NIÑOS
DIVISIÓN SUDAMERICANA
13
Brasil
4 de mayo
L
a
chica
tímida
del
A
mazonas
Cibele iba a la escuela en las mañanas y luego pasaba el resto del día en su casa, pues vivía en
un remoto pueblo de Piraí, junto al río Amazonas, en Brasil
[señale Brasil en un mapa].
Desde que era
muy pequeña, los demás niños la molestaban cuando salía de su casa.
—Miren, ahí va esa chica de piel oscura —decían unos niños.
—Eres rara —se burlaban otros.
La piel de Cibele tenía un tono más oscuro que la de los otros niños, porque su madre era
indígena del Amazonas. También se burlaban de ella porque su padre no podía trabajar, ya que
tenía una pierna inmóvil debido a un accidente que sufrió en un bote.
—Miren, ahí va la hija del lisiado que no puede trabajar —decían.
Cibele se sentía fatal y les suplicaba a sus padres que se mudaran a otra aldea. Pero eso no
era tan fácil, ya que su mamá regentaba un pequeño sembradío de piñas, plátanos, mandioca,
maracuyá, naranjas y limones.
TODO CAMBIA PARA CIBELE
Cierto día, cuando Cibele tenía diecisiete años, alguien llamó a la puerta de su casa. Ella abrió
con curiosidad y dos mujeres jóvenes la saludaron. Cibele nunca había visto a aquellas mujeres y se
sorprendió. Pero le agradaron mucho los abrazos que le dieron.
—Hola, somos misioneras de la Iglesia Adventista —dijo una de las mujeres—. ¿Cómo te
llamas?
Entablaron una pequeña conversación y luego las dos misioneras se fueron. Al día siguiente,
regresaron y conversaron un poco más. Al tercer día, le dijeron a Cibele que habían llegado en
una iglesia flotante llamada Amazonia de Esperanza, y la invitaron a asistir a las reuniones de
evangelización que se daban en el barco. Cibele, que había evitado salir de su casa los últimos años,
de repente sintió un profundo deseo de ir a la iglesia flotante.
—¡Iré! —dijo con emoción.
Convenció a sus padres, a su hermana y a un primo para que la acompañaran esa noche. Con
ayuda de su mamá, pudieron cargar a su papá desde la casa hasta el barco. Al llegar, notaron que
muchos otros vecinos habían asistido al salón de reuniones del barco, que tenía 150 asientos, aire
acondicionado, un proyector y un sistema de sonido.
UNA IGLESIA FLOTANTE
Esa noche, el pastor Reno Aguiar, que vivía en el barco con su esposa, habló sobre los
correctos hábitos de salud y también sobre Jesús. Al día siguiente, los misioneros le dieron a Cibele
una tarjeta de invitación con la que podría participar en el sorteo de un obsequio en la reunión
de la noche. Entre los posibles obsequios estaban Biblias, discos de música, cestas de comida y
ventiladores eléctricos.
Cibele nuevamente sintió un fuerte impulso de asistir, y le pidió a su familia que la acompañara.
La iglesia flotante se llenó esa noche, hasta tal punto que muchos se tuvieron que sentar en el piso.
Mientras Cibele escuchaba al pastor, sintió el llamado de Jesús a tener una relación con él.
Pensó en su padre, que no podía caminar desde hacía quince años, y creyó que Jesús también se
preocupaba por él. Así que comenzó a orar todos los días para que Jesús lo sanara, y el pastor
también oró por él.
Dos semanas después de que comenzaran las series de evangelización, que durarían dos meses,
el padre de Cibele le pidió a ella en la iglesia que lo ayudara a ir al baño. A mitad de camino, le dijo:
—Déjame intentar llegar hasta allá yo solo. Creo que puedo hacerlo.
Cibele lo observó dar unos pasos y luego su padre añadió: