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MISIÓN NIÑOS

DIVISIÓN SUDAMERICANA

15

Paraguay

11 de mayo

S

in

zapatos

y

sin

padres

Antonio tiene veintiún años y es muy valiente.

Visita cinco días a la semana la abarrotada prisión de

Tacumbú, en Asunción, la capital de Paraguay, para

dar estudios bíblicos a once reclusos

[señale Asunción

en el mapa].

Antonio creció con un padre violento y ni siquiera

tuvo un par de zapatos propios hasta que cumplió los

trece años. Cuando le preguntan, dice que es un

milagro que vaya a la prisión de visita y que no sea un

recluso que vive en ella.

Antonio recuerda pocas cosas de su niñez. Pero

recuerda que sus padres limpiaban la casa de un hombre rico y cuidaban también sus

vacas, ovejas y pollos, en un pueblo llamado General Díaz. Antonio y Cristóbal, su

hermano mayor, pasaban mucha hambre porque sus padres gastaban todo el dinero en

alcohol y cigarrillos.

Cuando Antonio tenía siete años, sus padres perdieron su trabajo y también su hogar.

Entonces construyeron una casa de palos y paja a la orilla de un río en las afueras de la

ciudad. Allí, Antonio pescaba para comer. Con apenas nueve años y aunque todavía

estaban en la escuela, él y su hermano comenzaron a trabajar en una pequeña fábrica

haciendo ladrillos y limpiando la casa del dueño de la fábrica. Sus padres les quitaban la

paga para comprar alcohol y cigarrillos.

«Ni siquiera teníamos dinero para comprar zapatos —nos cuenta Antonio—, fui

descalzo a la escuela durante seis años. En séptimo grado, logré ahorrar un poco de dinero

de mi trabajo y compré un par de zapatos baratos».

Los hermanos trabajaban horas adicionales en la fábrica de ladrillos y recibían ladrillos

como pago; con ellos, sus padres construyeron una casa a orillas del río y comenzaron a

vivir en ella cuando Antonio tenía once años.

UNA VERDAD DIFÍCIL DE ACEPTAR

Un día, Antonio y Cristóbal jugaban a la pelota cuando su padre los llamó a la casa.

—Tenemos algo que decirles —dijo el padre, de pie junto a su madre—. Ambos son

adoptados.

Seguidamente, les contaron que sus verdaderos padres eran muy pobres y les habían

pedido que cuidaran de él y de su hermano cuando Antonio tenía apenas ocho meses de

nacido.

Antonio estaba desconsolado, triste y confundido. Cristóbal, su hermano de trece

años, lloraba incontrolablemente.

Poco tiempo después, Victoriano, un pariente adventista, visitó a la familia y les regaló

una Biblia. Los padres de Antonio no sabían leer, así que su hijo les leía. La primera vez

que abrió la Biblia, comenzó a leer sobre David y Goliat. Le gustó mucho la historia y

sintió curiosidad por saber más, así que comenzó a leerla por su cuenta. En la Biblia

Antonio Pedrozo, 21