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amigos se miraron unos a otros con los ojos agrandados. ¿Qué debían hacer? Sabían que
aquella no era la comida que Dios quería para ellos.
Daniel fue al jefe del servicio que estaba a cargo de todos los cautivos.
—¿Podríamos comer mis amigos y yo la comida que nuestro Dios nos ha dicho que
comamos? —preguntó con diplomacia.
—El rey ha ordenado que coman esta comida y beban este vino —respondió temeroso el
oficial—. Si ustedes se ponen pálidos y parecen enfermos, el rey me matará por no haber
hecho bien mi trabajo.
Daniel pensó acerca del problema. Habló con Melzar, el guardia señalado para cuidar de
Daniel y sus amigos.
—¿Podrías probarnos por diez días? —le preguntó a Melzar—. Danos solamente comida
sencilla para comer: frutas y verduras, nueces y granos. Y danos en lugar de vino, agua. Tú
podrás ver qué aspecto tenemos después de los diez días.
Melzar aceptó la prueba. Por diez días dio a los muchachos alimentos sencillos y agua
para beber.
Cuando los diez días de prueba terminaron, Daniel y sus amigos se veían más saludables
que los muchachos que habían estado comiendo la comida y bebiendo el vino del rey. Melzar
se dio cuenta de que Daniel y sus amigos habían hecho una buena elección. Él les permitió
continuar comiendo la comida sencilla.
Dios bendijo a Daniel y a sus amigos. Los ayudó a aprender todas
las cosas que estudiaban en la escuela del rey
Nabucodonosor. Tres años más tarde
cuando el rey los examinó, descubrió que
Daniel y sus tres amigos habían
aprendido más que todos los demás
sabios de su reino.
Daniel y sus amigos eligieron
buenas cosas para sus cuerpos. Ellos
adoraron a Dios mediante sus decisiones.
Tú puedes hacer lo mismo.