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Material auxiliar para el maestro //

Lección 10

Cuando se colocaron los cimientos del Templo después de su regreso del exilio

en Babilonia, en 537/536 a.C., el pueblo, los sacerdotes y los levitas alabaron al

Señor (Esd. 3:10, 11). Lo mismo ocurrió ahora en la época de Nehemías, después

de terminar el muro de Jerusalén. Todos alabaron al Señor y los dos coros designa-

dos expresaron su agradecimiento al Señor por la obra realizada (Neh. 12:31, 38).

El pueblo se regocijó grandemente. Literalmente, el versículo 43 dice que Dios

los hizo

samach

(regocijar) con gran

samach

(gozo). La palabra

samach

aparece

cinco veces en ese solo versículo. Aparece una vez en el versículo 44, ya que

el pueblo también se regocijó por los sacerdotes y los levitas que servían en el

Templo. Anteriormente, también aparece en el versículo 27, que introduce todo

el relato, afirmando que el pueblo llamó a los levitas para celebrar la dedicación

con alegría (

samach

).

Por lo tanto, la palabra aparece exactamente siete veces en el capítulo, lo

que debería ser trascendente para el lector. El siete, en la Biblia, es un número

de plenitud, consumación y perfección. Por lo tanto, el

samach

que el pueblo

experimenta es pleno. Dios los ha hecho alegrarse. Su acto de regocijo demuestra

lo que es el verdadero gozo en la vida, porque se regocijan por lo que Dios ha

hecho. La lección para nosotros hoy es celebrar lo que Dios está haciendo en

nuestra vida, sin pasar por alto sus actos benevolentes, ni darlos por sentado.

Más bien, deberíamos celebrar su providencia. El reconocimiento de la bendi-

ción y el liderazgo de Dios conduce a la gratitud y la estabilidad emocional. El

agradecimiento nos hace felices y victoriosos.

El gozo es un aspecto determinante de la adoración, pero también lo es la

reverencia a Dios, que puede definirse como una experiencia de sobrecogi-

miento mediante un encuentro personal con Dios. El equilibrio entre el gozo y

la reverencia es muy importante; y sin embargo, lamentablemente, a menudo

es ignorado. Si un culto de adoración muestra respeto por Dios pero no gozo,

entonces se vuelve seco y rígido. Por otro lado, cuando solo se incorpora el

gozo y no se tiene en cuenta la reverencia, los cultos de adoración tienden a

estar llenos de emotividad en lugar de verdad. Por lo tanto, nuestros cultos de

adoración deben incluir ambas facetas. La reverencia y la alegría trabajan jun-

tas para crear una atmósfera de adoración correcta. Los israelitas entendieron

la necesidad de este equilibrio cuando se regocijaron en voz alta y con todo

su corazón, al mismo tiempo que alababan a Dios por lo que había hecho. Su

adoración se basaba en la verdad y en los hechos de Dios, no en la emotividad.

Algunos que van saltando de un culto de adoración a otro con el fin de experi-

mentar un elevado nivel emocional se equivocan en su alabanza a Dios. Nuestra

adoración siempre debe estar cimentada en Jesús, no en nuestros sentimientos.

Y, sin embargo, los israelitas decididamente tuvieron un sentimiento de gozo y

felicidad al alabar a Dios. Estos sentimientos de alegría eran de origen divino

y se basaban en la verdad de quién es Dios y lo que él ha hecho. Al buscar a

Dios en la vida y adorarlo, nos mantenemos cimentados en su gracia y gratitud.

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