Material auxiliar para el maestro //
Lección 8
el señor supremo. Como Abram es rico, trae una becerra, una cabra, un carnero,
una tórtola y un palomino (Gén. 15:9). Cortó a cada uno de los animales por la
mitad y los colocó uno frente al otro en el suelo, creando un camino entre ellos.
Las aves quedaron enteras debido a su tamaño pequeño y se colocaron una
frente a otra. El trabajo del vasallo ahora era caminar entre las piezas cortadas
y proclamar algo así como: “Que se haga conmigo como se hizo con estos ani-
males si rompo este pacto”. El soberano no caminaba entre el piezas porque
esto solo lo hacía quien tenía el estatus más bajo en la relación. Entonces, como
era habitual, Abram habría caminado entre las piezas como vasallo a pesar de
que eso no se menciona específicamente en el texto.
Sin embargo, aunque es de esperar que ese acto sea el final de la historia y
la culminación del Pacto, Dios no termina la ratificación del Pacto allí. Cuando
el sol se pone, Abram ve de repente “un horno humeando, y una antorcha de
fuego” que pasan entre las piezas. El humo y el fuego representan a Dios en
el Antiguo Testamento (el humo en la montaña, cuando la presencia de Dios
desciende; y una columna de fuego, en el desierto; más adelante, en el Nuevo
Testamento, tenemos las lenguas de fuego [Hech. 2], etc.). ¿Qué significan estas
cosas? Dios mismo caminó a través de las piezas. Él no le exigió a Abram que
cruzara y prestara juramento; fue el mismo Dios quien prometió: “Si rompo este
pacto, que yo sea cortado al medio como estos animales”. Increíblemente, los
seres humanos fueron los que rompieron el Pacto una y otra vez. Al final, Dios
fue el que estuvo dispuesto a ser “cortado” en la Cruz y morir por la humanidad
pecaminosa para demostrar su fidelidad y su increíble amor. Dios nunca rompió
el Pacto. Pero, como nosotros sí lo hicimos, él tomó nuestro lugar en ser partido
al medio; Dios murió por nosotros en nuestro lugar.
Dios hace un pacto con nosotros para demostrarnos su compromiso y su
bondad. Aunque nosotros rompemos la relación con él, él sigue obrando para
repararla. Él quiere restaurarnos para sí (Éxo. 19:4; Juan 12:32).
Promesas del pacto
Los judíos de la época de Nehemías reconocen que Dios es fiel. Ahora quieren
comprometerse a ser una nación santa para Dios. Los líderes firman un docu-
mento que testifica que quieren ser fieles a Dios. Luego, el resto de los israelitas
está de acuerdo con esto y jura seguir la Ley de Dios. Son conscientes de que la
responsabilidad de andar con Dios descansa sobre ellos. Pero, no alcanza con
hablar para andar con Dios; debe haber hechos concretos. El pueblo debe ser
obediente a las enseñanzas de Dios.
Por ende, en una demostración de la intención del pueblo de ser obediente,
el resto del capítulo se dedica a describir los detalles de su promesa a Dios.
(1) No tendrán matrimonios mixtos con los pueblos circundantes y no darán a
sus hijos en matrimonio a aquellos que no vivan para Dios. (2) No comprarán
ni venderán en sábado y lo respetarán como un día santo, un día diferente,
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