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MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS

DIVISIÓN SUDAMERICANA

15

Uruguay

11 de mayo

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qué

te

quejas

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PRIMERA HISTORIA

Miguel, de 69 años, es una persona enérgica. Hace unos años, aceptó la invitación de su amigo

Yraldino «Dino» Fernández, para dirigir estudios bíblicos en su casa, situada en el empobrecido

distrito de La Teja, en Montevideo, la capital uruguaya. Juntos, visitaron los hogares de varias

personas de la localidad para obtener más estudios bíblicos, puesto que en ese distrito

no existían Iglesias Adventistas.

Después de un año, los interesados fueron invitados a un ciclo de conferencias proféticas sobre

los libros de Daniel y Apocalipsis, durante el cual se bautizaron dieciséis personas.

«Luego de las reuniones, decidimos trabajar para plantar una iglesia», nos cuenta él.

Con ayuda de varios miembros de la iglesia y de los 16 nuevos creyentes, alquilaron una casa y allí

comenzaron a adorar a Dios cada sábado. Como atendían las necesidades del vecindario con ropa y

alimentos, la asistencia a la iglesia aumentó de manera rápida y el local alquilado se tornó pequeño.

Los miembros de la iglesia se percataron de la necesidad de ampliar el lugar de reunión y de

intensificar la atención a la comunidad.

Su problema se resolvió cuando, mediante la ofrenda del decimotercer sábado del año 2016, la

Iglesia Adventista mundial ayudó a los adventistas de La Teja a adquirir una sede propia para la

iglesia y para un centro comunitario de estilo de vida saludable.

Miguel está encantado con las nuevas oportunidades que tiene ahora la iglesia para alcanzar a

otras personas.

«Nuestro plan es servir a todos los necesitados del vecindario, especialmente a los que no tienen

hogar —dijo en una entrevista que le realizaron en la cocina de la iglesia, mientras se dictaban clases

de cocina saludable—. En este sector viven muchas personas desprovistas de recursos».

SEGUNDA HISTORIA

Pero esa no era la primera vez que Miguel ganaba almas para Cristo.

Antes, él y un grupo de miembros de la Iglesia Adventista, El Prado, habían estado viajado a un

asentamiento invadido ubicado en un sector peligroso de Montevideo, en el que las chozas estaban

elaboradas con cajas de cartón.

«Cinco de nosotros dábamos 25 estudios bíblicos cada sábado —dice Miguel—. También

llevábamos comida, tratando de acercarnos a los habitantes para satisfacer sus necesidades».

En conjunto, atendíamos continuamente a 47 personas adultas y 90 niños. Construimos una casa

donde la gente podía encontrar refugio debido a las inundaciones que ocasionaban las fuertes lluvias.

«Los habitantes del asentamiento comenzaron a asistir a la iglesia. Algunos, venían a caballo o

en carretillas. Como resultado de ese trabajo, logramos 21 bautismos», dice Miguel.

TERCERA HISTORIA

Miguel trabajó durante 27 años con la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos

Asistenciales (ADRA) en Uruguay. De esa experiencia, recuerda con mucho cariño a Walter,

un vagabundo diabético, sin piernas, que se presentó cierto día en un centro de ADRA en

Montevideo.

Walter no tenía comida, ni lugar para vivir. Miguel hizo amistad con él mientras cocinaba en el

centro. Se enteró de que Walter tenía un pasado colorido y que, en sus buenos tiempos, había sido

famoso por escribir canciones satíricas para actuar en el Carnaval Uruguayo, un gran festival anual

que se celebra en el país durante los meses de enero y febrero.