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María Cecilia Freire

MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS

DIVISIÓN SUDAMERICANA

13

Uruguay

4 de mayo

A

nhelo

de

D

ios

Cecilia se sintió destruida cuando su esposo

se fue. Tenía apenas 30 años, luchaba contra un cáncer

de útero y sufría dolores espantosos.

Ella suponía que su esposo la había abandonado

porque debido a sus terribles dolores, no había

permitido ningún tipo de intimidad durante meses.

Pero su madre tenía otra explicación. Atribuía el

divorcio a la decisión de su hija de unirse a la Iglesia

Adventista. Cecilia se había bautizado unos años atrás,

durante una campaña de evangelización celebrada

en Mercedes, su ciudad natal. Desde entonces, había dejado

de asistir a fiestas y de ingerir alcohol con su esposo.

«Perdiste a tu marido por culpa de esa iglesia», le decía su madre.

Tiempo después, Cecilia fue sometida a una cirugía y con la ayuda de Dios logró sanarse del

cáncer del que padecía. Necesitaba trabajar para mantener a sus tres hijos, y como no lograba

encontrar un empleo de cocinera que le permitiera guardar los sábados, dejó de asistir a la iglesia.

Pasaron los años, sus hijos crecieron y se casaron. Pero Cecilia seguía sintiendo resentimiento

debido a su divorcio. Y su amargura se acentuó aún más cuando su madre murió.

MUDARSE DE CASA

Cecilia decidió mudarse a Montevideo, la capital del país, para vivir con su hija mayor, su

yerno y tres de sus nietos. Allí, comenzó a pensar nuevamente en Dios. Deseaba que hubiera

una Iglesia Adventista en su vecindario a la cual poder asistir.

Un día, comenzó a escuchar la emisora radial Nuevo Tiempo, una filial local de

Esperanza Radio, perteneciente a la Iglesia Adventista.

«No puedo explicar cómo comencé a escuchar la radio —dice ella—. Fue idea de Dios

que encontrara esa estación».

En cierta oportunidad se enteró, a través de un programa, que se inauguraría una Iglesia

Adventista a solo trece cuadras de su casa, y decidió que comenzaría a asistir el 1

o

de enero

del 2017, poco después de que la iglesia abriera sus puertas oficialmente. Quería comenzar el

nuevo año de la mano de Dios. Su intención era bautizarse de inmediato, pero el pastor le

aconsejó que refrescara sus conocimientos de la Biblia. Finalmente, fue bautizada cinco

meses después, el 18 de mayo.

«Desde ese día, me siento muy feliz —nos cuenta—. Dios ha cambiado mi vida. Logró

rescatarme del dolor y la amargura».

Cecilia se percató de que Dios la estaba renovando, pues comenzó a sonreír de nuevo.

Incluso los miembros de la iglesia lo notaban y le decían: «¡Estás muy sonriente!». A lo que

ella respondía: «¡En realidad, soy muy feliz!».

EN ORACIÓN POR LA FAMILIA

Luego de regresar a la iglesia, comenzó a orar para que su hija y su yerno aceptaran a

Jesús. Su yerno era arquitecto y tenía intenciones de ir a trabajar al extranjero, pero como no