MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENES Y ADULTOS
DIVISIÓN SUDAMERICANA
11
Uruguay
27 de abril
¿P
ara
qué
nací
?
Una mujer esperaba el autobús en una parada
de Montevideo, la capital de Uruguay. Llevaba dinero
en su bolso para un propósito especial. De repente,
comenzó a temblar, pues sentía que algo se movía
dentro de ella.
El autobús llegó y se detuvo, pero la mujer se giró
y cruzó la calle hacia una panadería donde tomó una
parte del dinero para comprar galletas. Cuando
regresó a casa, su esposo la recibió en la puerta.
—¿De vuelta tan pronto? —preguntó extrañado.
—Sí, decidí no hacerlo —respondió ella.
Varios meses después, nació Graciela Musetti. Pero María,
su madre, se encargó de que su hija nunca olvidara lo que ocurrió aquel día.
UNA INFANCIA FUERA DE LO COMÚN
Poco antes de que Graciela cumpliera dos años, su hermana mayor murió en un trágico
incendio en una fábrica en el que también perdieron la vida otras veinte personas. Todos los
días, su madre la llevaba al cementerio y mientras ella lloraba sobre la tumba de su hija mayor,
Graciela hurgaba entre las lápidas, tomaba algunas flores y las colocaba en las tumbas que
no tenían.
Cuando tenían invitados en casa, la madre de Graciela le decía a sus visitas: «Dios me
quitó una hija y me dio a esta en su lugar». Luego, contaba con ligereza y en tono de burla,
lo que le había ocurrido aquel día en la parada de autobús. «Se suponía que Graciela no debía
nacer», decía riendo.
La joven creció llena de inseguridades y de sentimientos de culpa. Le parecía que había
reemplazado a la hija que era la luz de la casa. Además, tuvo que enfrentar muchas otras
dificultades: sus padres se divorciaron, tuvo un hijo cuando apenas tenía quince años y su
hermano mayor murió de un ataque al corazón. Esta nueva desgracia devastó a su madre,
que nuevamente comenzó a visitar el cementerio a diario en compañía de Graciela.
Unos años después, su último hermano fue atropellado por un automóvil mientras
conducía su bicicleta. Graciela no tuvo corazón para decirle a su madre lo que había
ocurrido. Se sentía como la única sobreviviente de una familia en tragedia.
Su madre envejeció, sufrió un derrame cerebral y estuvo varios años postrada en una
cama, pero Graciela la cuidó hasta su muerte.
Un día, Graciela escuchó un programa en la emisora radial Nuevo Tiempo, una filial
local de Esperanza Radio, perteneciente a la Iglesia Adventista. Le encantó el programa. Se
sintió especialmente atraída por la voz del pastor, que le transmitía paz. Luego, escuchó en
otra estación de radio a un pastor que estuvo la mayor parte del programa atacando a Elena
G. de White, la cofundadora de la Iglesia Adventista. El enojo con el que el pastor hablaba de
esa mujer llamó la atención de Graciela, por lo que se interesó en leer un libro escrito por
ella, pero se preguntaba dónde podría encontrar uno.
Durante un tiempo, visitó varias bibliotecas y librerías, pero no logró conseguir ningún
libro de esa autora.
Graciela Musetti