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esto suene raro, no lo es. Uno de los temas

recurrentes de la Biblia es que si se lo pedimos,

Dios mismo nos enseñará. Pero, ¿qué significa

esto? ¿Cómo puede enseñarnos Dios?

Según sea el tamaño de nuestra clase,

dividamos los siguientes versículos entre cada uno

de los estudiantes o en grupos pequeños:

Salmo

27: 11; Salmo 50: 6; Salmo 90: 12; Salmo 143:

10; Proverbios 6: 23; Mateo 5: 1; Lucas 11: 1;

Hechos 2: 42; 1 Timoteo 4: 11-13.

Pidamos a cada estudiante/grupo que se tome un

tiempo para considerar las siguientes preguntas:

1. ¿Qué nos dicen estos versículos respecto

de que Dios puede enseñarnos?

2. Analicemos el contexto de los versículos.

¿Qué nos dice el contexto sobre el hecho

de ser enseñados por Dios?

3. ¿Cómo podemos aprender más de Dios?

Pidamos a los estudiantes/grupos que lean sus

versículos en voz alta y que compartan sus

respuestas. Resaltemos la necesidad innata que

tenemos de aprender durante toda la vida

(consideremos las oraciones de David, un seguidor

experimentado de Dios). Fijémonos en el proceso

que se produce desde que empezamos a aprender

hasta que comenzamos a enseñar a otros.

B. LA CONEXIÓN CON LA

ILUSTRACIÓN DE LA LECCIÓN

Pidamos a alguien con anterioridad que lea o narre la

historia correspondiente a la lección del día sábado.

Invitemos a un maestro a la clase para que

hable. Si podemos, invitemos a dos maestros para

tener dos puntos de vista distintos. Tratemos de

averiguar primero si ninguno de nuestros

estudiantes tiene alguna susceptibilidad con

alguno de ellos. Lo ideal sería invitar a un maestro

que enseñe en un grado diferente al de nuestros

estudiantes o en otra escuela. Démosles una lista

de las preguntas que aparecen en la ilustración de

la lección y pidámosles que analicen sus

respuestas. Pidamos que sean positivos pero

honestos. Hagamos que compartan sus

respuestas con la clase, ya sea como una

presentación corta o como si se tratase de una

entrevista.

Si lo desean, pueden compartir alguna

experiencia personal como estudiantes. Si el maestro

(o los maestros) así lo desea, permitamos que los

estudiantes le hagan preguntas sobre cómo se siente

estar del otro lado de la relación alumnos/maestro.

C. LA CONEXIÓN CON LA VIDA

Presentemos la siguiente situación:

Todos tenemos la oportunidad de enseñar.

Aunque pocos escogemos una profesión en la que

se nos llama «maestros», en muchos aspectos lo

somos mediante la instrucción directa, el ejemplo

o la influencia que ejercemos en los demás.

Cuando tenemos una profesión o alguna clase de

conocimiento o habilidad, tenemos lo que

necesitamos para ser alguna clase de maestros.

Enseñar es una buena manera de conectarnos

con otras personas, de tener una influencia

positiva en sus vidas y de poner a prueba nuestro

propio entendimiento y habilidades.

Pidamos a los estudiantes que se organicen

en parejas y hagámosles las siguientes preguntas

(escribamos las preguntas en un pizarrón o

rotafolio para que los estudiantes puedan verlas

cuando se entrevisten entre sí). Sugiramos que lo

tomen como si fuese una entrevista de trabajo en

la que estamos convenciendo al entrevistador de

nuestra capacidad para el cargo de maestro:

>> ¿Qué conocimientos, habilidades o

entrenamiento tenemos que podríamos

enseñar a los demás?

>> ¿A quiénes podemos enseñarles?

>> ¿Qué experiencia tenemos en la enseñanza?

>> ¿Cómo podríamos enseñar nuestros

conocimientos y habilidades?

>> ¿Qué podemos aprender para mejorar esa

enseñanza?

>> ¿Qué podemos hacer para que la enseñanza

sea divertida?

>> ¿De qué manera esa enseñanza podría

constituir un servicio para los demás?

Las parejas deben entrevistarse mutuamente. Si

el tiempo lo permite, podemos pedirle a una pareja

de voluntarios que hagan una representación de su

entrevista frente a la clase. Animemos a los

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Para el sábado 1 de junio de 2019 - El arte de enseñar

Lección 9