M
isión
A
dventista
: J
óvenes y
A
dultos
DIVISIÓN DE ASIA PACÍFICO SUR
11
Camboya
27 de octubre
U
n
experimento
en
la
iglesia
Cuando tenía 19 años, Yin Feara decidió probar
a Dios.
El adolescente había estado asistiendo
durante varios meses a la Iglesia Adventista en
Battambang, la segunda ciudad más grande de
Camboya. Había escuchado al pastor leer la
promesa registrada en Malaquías 3: 10, que dice:
«Entreguen completos los diezmos en mi
tesorería, y habrá alimento en mi templo. Con esto
pueden ponerme a prueba: verán si no les abro las ventanas
de los cielos y derramo sobre ustedes abundantes bendiciones» (RVC).
Al llegar el sábado, depositó en la cesta de las ofrendas todo el dinero que tenía:
un billete de 1.000 rieles camboyanos, equivalente a unos 25 centavos de dólar.
Al día siguiente, y sin un motivo aparente, Firun, su hermano mayor, le dio 10.000
rieles (equivalentes a 2.50 dólares estadounidenses). Aunque su hermano algunas veces
le daba dinero en ocasiones especiales, como en el Año Nuevo camboyano o la
celebración tradicional de los muertos, nunca lo había hecho sin alguna razón en
particular.
Feara se sintió desconcertado. «Aún no estaba listo para creer que se trataba de un
regalo de Dios», dice.
Decidió probar a Dios nuevamente el siguiente sábado. Cuando la cesta de las
ofrendas pasó frente a él, volvió a depositar un billete de mil rieles. Esta vez tenía cinco
mil rieles en el bolsillo, pero los necesitaba para colocarle gasolina a su motocicleta
durante la siguiente semana. Después de dar los mil rieles, estaba seguro de que el
dinero no le alcanzaría.
«Pero resulta que no me faltó en lo absoluto —dice—. Durante la semana, mis
amigos y parientes decidieron repentinamente comenzar a darme dinero, así que
siempre tuve suficiente para la gasolina. Nunca tuve que pedirle dinero a nadie».
Unas semanas después, el joven enfrentó un serio problema. Invitó a quince de sus
amigos a un programa especial de Navidad que la iglesia había organizado, pero para
que pudieran asistir ofreció llevarlos de tres en tres en la parte trasera de su motocicleta.
En uno de los viajes, ya cerca de la iglesia, lo detuvo la policía. Se preocupó mucho,
porque ninguno de sus pasajeros llevaba el casco exigido por las leyes camboyanas.
Sin embargo, los agentes no hicieron referencia a los cascos, sino que le solicitaron
los documentos de propiedad de la motocicleta. Cuando llamó a su hermano, que era el
dueño del vehículo, este le dijo que había perdido los documentos hacía mucho tiempo.
Feara estaba en serios aprietos y no sabía qué hacer. La policía podía confiscar la
motocicleta y acusarlo de robo.
«Entonces, recordé que el pastor me había enseñado a orar, y lo hice en mi mente»,
dice.
Yin Feara