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DIVISIÓN DE ASIA PACÍFICO SUR
13
Filipinas
3 de noviembre
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D
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Dwayne Harris nunca imaginó que dejaría el ejército de los Estados Unidos para convertirse en
piloto misionero en Filipinas.
Hasta que un día, lo perdió todo debido a un incendio.
Dwayne creció en el seno de una familia adventista en el estado de Montana, Estados Unidos.
Desde niño le encantaban los aviones y quería convertirse en un piloto misionero. Al terminar la
escuela secundaria, se matriculó en la escuela de aviación de la Universidad Walla Walla en el vecino
estado de Washington.
Sin embargo, después de un año regresó a Montana, donde obtuvo una licencia como mecánico
de aeronaves y también su licencia de piloto. Compró un avión dañado, lo reconstruyó y se unió
a la Guardia Nacional, donde lo asignaron a la escuela especializada en vuelo de helicóptero.
Para entonces, su experiencia cristiana se había enfriado.
Cierto día, un pariente suyo lo puso en contacto con un piloto misionero que estaba de visita en
Estados Unidos. Acordaron reunirse en Kentucky, para discutir un proyecto del piloto: desarrollar en
Filipinas un ministerio misionero con helicópteros.
Sin embargo, la noche anterior a la reunión, su hermana lo llamó para decirle que la casa de sus
padres, donde él vivía, acababa de incendiarse. Nadie había resultado herido, pero habían perdido
todo lo que poseían, incluyendo algunos artículos costosos, como equipos de buceo y tablas
de
snowboard
.
A pesar de ello, al día siguiente voló en su avión hasta Kentucky, y mientras escuchaba los planes
del piloto misionero, pensó:
Dios ha quitado de mi camino todas las distracciones materiales mundanas.
Así que,
dirigiéndose al piloto, le prometió: «Si puedo deshacer mi contrato con la Guardia Nacional, estaría
dispuesto a comenzar algo en Filipinas».
NUEVAS PRIORIDADES
Dwayne no tenía idea de cómo rescindir el contrato. Había adquirido un compromiso por seis
años con la Guardia Nacional y aún le faltaban dos. Decidió dejar todo en manos de Dios y
comenzar a orar sobre el asunto.
«El incendio de la casa me hizo pensar en las prioridades de la vida —dice—. Comprendí que las
cosas materiales que tanto nos afanamos por alcanzar y acumular en este mundo no son nada en
comparación con la eternidad. Lo único que importa es nuestra salvación y la de los demás».
Entonces, por primera vez, se dedicó a leer la Biblia y a orar todos los días.
«Y al hacerlo, Dios comenzó a transformarme», dice.
Después de orar durante varios meses, se convenció de que necesitaba dejar de comprometerse
para trabajar los sábados. Su contrato exigía que todos los meses participara en un simulacro de tres
días, que abarcaba de viernes a domingo, así que durante los últimos cuatro años había estado
quebrantando el cuarto mandamiento.
Habló con el comandante de su división para solicitar permiso para volar los viernes y domingos y
compensar el sábado con otro día de la semana, pero el comandante se negó. De todas maneras, cuando
se presentó el siguiente viernes para el simulacro, anunció que faltaría el sábado y regresaría el domingo.
—No puedo justificar su ausencia —le informó con severidad el comandante.
—Haga lo que tenga que hacer, que yo haré lo que tengo que hacer —respondió Dwayne
respetuosamente.
El comandante no sabía qué hacer. Hasta ese momento, Dwayne tenía un historial militar
impecable.
Durante varios meses se presentó a los simulacros solo los viernes y los domingos, mientras
continuaba orando: «Señor, quiero estar donde tú me indiques. Si es aquí, bien; si es en Filipinas,
allí iré».