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91

¿Has deseado alguna vez ser importante o ser el mejor en

algo?

M

aría suspiró mientras doblaba la esquina y vio la

casa de Elisabet al final del polvoriento camino.

Había sido un largo viaje y estaba cansada. Normalmente

no se cansaba tanto al caminar por las montañas de Judea. Pero recordó

que estaba embarazada y aunque no se notaba, sabía que esa era la causa

de su fatiga.

Ahora la casa se encontraba a la vista. Sería muy agradable ver a

Elisabet, de quien el ángel había dicho que también estaba esperando un

hijo. Elisabet y Zacarías ya habían dejado de pensar en tener hijos. El hijo

que Elisabet estaba esperando también tenía que ser un niño milagroso.

María no podía esperar a oír todo el resto de la historia. Pero lo único que

el ángel le dijo fue que Elisabet tenía seis meses de embarazo y que nada

era imposible para Dios. María sonreía al pensar. Ella lo sabía por

experiencia.

Ya estaba en la puerta, asomando la cabeza dentro de la humilde casa.

—¿Elisabet? —llamó—. ¿Estás en casa?

Elisabet se dio la vuelta, sobresaltada. Se detuvo rápidamente

mientras se llevaba las manos instintivamente hacia el abultado vientre.

Un segundo después ya se había recuperado y se puso en pie.

—¡María! —Elisabet corrió a abrazar a su prima, más joven que ella—.

¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el hijo que darás a luz! Pero, ¿cómo

es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto

como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que

llevo en el vientre.

María sonrió con timidez al escuchar las palabras de Elisabet. Ella ya

sabía lo acontecido.

—Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se

cumplirá —continuó Elisabet.

María pensó en eso por un segundo. No había tenido duda de lo que

el ángel le había dicho. Dios siempre cumple su palabra, ¿no es cierto? Y

sabía que algo especial estaba ocurriendo con y dentro de ella.

 HAZ 

la actividad

que aparece en la

página 89.

 APRENDE 

Comienza a

memorizar el texto

clave.

Sábado

versículo

para

memorizar

«Señor, muéstrame tus caminos; guíame por tus senderos;

guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios

y Salvador. ¡En ti confío a todas horas!» (Salmo 25: 4, 5).

Humildemente

acepto a Jesús

como el centro

de mi vida.

m

e

n

s

a

j

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