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¿Has deseado alguna vez ser importante o ser el mejor en
algo?
M
aría suspiró mientras doblaba la esquina y vio la
casa de Elisabet al final del polvoriento camino.
Había sido un largo viaje y estaba cansada. Normalmente
no se cansaba tanto al caminar por las montañas de Judea. Pero recordó
que estaba embarazada y aunque no se notaba, sabía que esa era la causa
de su fatiga.
Ahora la casa se encontraba a la vista. Sería muy agradable ver a
Elisabet, de quien el ángel había dicho que también estaba esperando un
hijo. Elisabet y Zacarías ya habían dejado de pensar en tener hijos. El hijo
que Elisabet estaba esperando también tenía que ser un niño milagroso.
María no podía esperar a oír todo el resto de la historia. Pero lo único que
el ángel le dijo fue que Elisabet tenía seis meses de embarazo y que nada
era imposible para Dios. María sonreía al pensar. Ella lo sabía por
experiencia.
Ya estaba en la puerta, asomando la cabeza dentro de la humilde casa.
—¿Elisabet? —llamó—. ¿Estás en casa?
Elisabet se dio la vuelta, sobresaltada. Se detuvo rápidamente
mientras se llevaba las manos instintivamente hacia el abultado vientre.
Un segundo después ya se había recuperado y se puso en pie.
—¡María! —Elisabet corrió a abrazar a su prima, más joven que ella—.
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el hijo que darás a luz! Pero, ¿cómo
es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto
como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que
llevo en el vientre.
María sonrió con timidez al escuchar las palabras de Elisabet. Ella ya
sabía lo acontecido.
—Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se
cumplirá —continuó Elisabet.
María pensó en eso por un segundo. No había tenido duda de lo que
el ángel le había dicho. Dios siempre cumple su palabra, ¿no es cierto? Y
sabía que algo especial estaba ocurriendo con y dentro de ella.
HAZ
la actividad
que aparece en la
página 89.
APRENDE
Comienza a
memorizar el texto
clave.
Sábado
versículo
para
memorizar
«Señor, muéstrame tus caminos; guíame por tus senderos;
guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios
y Salvador. ¡En ti confío a todas horas!» (Salmo 25: 4, 5).
Humildemente
acepto a Jesús
como el centro
de mi vida.
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