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PARA LOS PADRES

acercamiento familiar es uno de los rasgos

característicos del último mensaje evangélico

(Gén. 2: 18-25; Mat. 19: 3-9; Juan 2: 1-11;

2 Cor. 6: 14; Efe. 5: 21-33; Mat. 5: 31-32; Mar.

10: 11-12; Luc. 16: 18; 1 Cor. 7: 10-11; Éxo.

20: 12; Efe. 6: 1-4; Deut. 6: 5-9; Prov. 22: 6;

Mal. 4: 5-6).

24

El ministerio de Cristo

en el santuario

celestial

Hay un santuario en el cielo, el verdadero

tabernáculo que el Señor erigió y no el

hombre. En él Cristo ministra en nuestro favor,

para poner a disposición de los creyentes los

beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido

una vez y para siempre en la cruz. Llegó a ser

nuestro gran sumo Sacerdote y comenzó su

ministerio intercesor en ocasión de su

ascensión. En 1844, al concluir el período

profético de los 2,300 días, entró en el

segundo y último aspecto de su ministerio

expiatorio. Esta obra es un juicio investigador

que forma parte de la eliminación definitiva

del pecado, representada por la purificación

del antiguo santuario judío en el día de la

expiación. En el servicio simbólico, el santuario

se purificaba mediante la sangre de los

sacrificios de animales, pero las cosas

celestiales se purificaban mediante el perfecto

sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio

investigador pone en manifiesto frente a las

inteligencias celestiales quiénes de entre los

muertos duermen en Cristo y por lo tanto se

los considera dignos, en él, de participar de la

primera resurrección. También aclara quiénes

están morando en Cristo entre los que viven,

guardando los mandamientos de Dios y la fe

de Jesús y por lo tanto estarán listos en él para

ser trasladados a su reino eterno. Este juicio

vindica la justicia de Dios al salvar a los que

creen en Jesús. Declara que los que

permanecieron leales a Dios recibirán el reino.

La conclusión de este ministerio de Cristo

señalará el fin del tiempo de prueba otorgado

a los seres humanos antes de su segunda

venida (Heb. 8: 1-5; 4: 14-16; 9: 11-28; 10:

19-22; 1: 3; 2: 16-17; Dan. 7: 9-27; 8: 13, 14;

9: 24-27; Núm. 14: 34; Eze. 4: 6; Lev. 16; Apoc.

14: 6-7; 20: 12; 14: 12; 22: 12).

25

La segunda venida

de Cristo

La segunda venida de Cristo es la

bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran

culminación del Evangelio. La venida del

Salvador será literal, personal, visible y de

alcance mundial. Cuando regrese, los justos

muertos resucitarán y junto con los justos

vivos serán glorificados y llevados al cielo,

pero los impíos morirán. El hecho de que la

mayor parte de las profecías esté alcanzando

su pleno cumplimiento, unido a las presentes

condiciones del mundo, nos indica que la

venida de Cristo es inminente. El momento

cuando ocurrirá este acontecimiento no ha

sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a

estar preparados en todo tiempo (Tito 2: 13;

Heb. 9: 28; Juan 14: 1-3; Hech. 1: 9-11; Mat.

24: 14; Apoc. 1: 7; Mat. 24: 43-44; 1 Tes. 4:

13-18; 1 Cor. 15: 51-54;2 Tes. 1: 7-10; 2: 8;

Apoc. 14: 14-20; 19: 11-21; Mat. 24; Mar. 13;

Luc. 21; 2 Tim. 3: 1-5; 1 Tes. 5: 1-6).

26

La muerte y la

resurrección

La paga del pecado es muerte; pero Dios, el

único que es inmortal, otorgará vida eterna a

sus redimidos. Hasta ese día, la muerte

constituye un estado de inconsciencia para

todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo,

nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y

los justos vivos serán glorificados y

arrebatados para salir al encuentro de su

Señor. La segunda resurrección, la resurrección

de los impíos, ocurrirá mil años más tarde

(Rom. 6: 23; 1 Tim. 6: 15-16; Ecl. 9: 5-6; Sal.

146: 3-4; Juan 11: 11-14; Col. 3: 4; 1 Cor. 15:

51-54; 1 Tes. 4: 13-17; Juan 5: 28-29; Apoc.

20: 1-10).

27

El milenio y el fin

del pecado

El milenio es el reino de mil años de Cristo con

sus santos en el cielo que se extiende entre la

primera resurrección y la segunda. Durante ese

tiempo serán juzgados los impíos. La tierra

estará completamente desolada, sin

habitantes humanos, pero sí ocupada por

Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período,

Cristo y sus santos, junto con la Santa Ciudad,

descenderán del cielo a la tierra. Los impíos

muertos resucitarán entonces, y junto con

Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero

el fuego de Dios los consumirá y purificará la

tierra. De ese modo el universo será liberado

del pecado y de los pecadores para siempre

(Apoc. 20; 1 Cor. 6: 2-3; Jer. 4: 23-26; Apoc.

21: 1-5; Mal. 4: 1; Eze. 28: 18-19).

28

La tierra nueva

En la tierra nueva, donde morarán

los justos, Dios proporcionará un hogar eterno

para los redimidos y un ambiente perfecto

para la vida, el amor y el gozo sin fin, y para

aprender junto a su presencia. Porque allí Dios

mismo morará con su pueblo, y el sufrimiento

y la muerte terminarán para siempre. El gran

conflicto habrá terminado y el pecado no

existirá más. Todas las cosas, animadas e

inanimadas, declararán que Dios es amor, y él

reinará para siempre jamás. Amén (2 Ped. 3:

13; Isa. 35; 65: 1-25; Mat. 5: 5; Apoc. 21: 1-7;

22: 1-5; 11-15).

Los adventistas del séptimo día aceptamos la

Biblia como único credo y tenemos una serie

de creencias fundamentales basadas en las

grandes enseñanzas de las Escrituras. Estas

creencias, tal como se presentan aquí,

constituyen la forma en que nuestra Iglesia

entiende las enseñanzas bíblicas. Nuestras

creencias se revisan en cada congreso mundial

de la Asociación General, bajo el liderazgo del

Espíritu Santo, con el objetivo de presentarlas

de la manera más comprensible y con la

mayor cantidad de evidencia bíblica posible.