125
PARA LOS PADRES
acercamiento familiar es uno de los rasgos
característicos del último mensaje evangélico
(Gén. 2: 18-25; Mat. 19: 3-9; Juan 2: 1-11;
2 Cor. 6: 14; Efe. 5: 21-33; Mat. 5: 31-32; Mar.
10: 11-12; Luc. 16: 18; 1 Cor. 7: 10-11; Éxo.
20: 12; Efe. 6: 1-4; Deut. 6: 5-9; Prov. 22: 6;
Mal. 4: 5-6).
24
El ministerio de Cristo
en el santuario
celestial
Hay un santuario en el cielo, el verdadero
tabernáculo que el Señor erigió y no el
hombre. En él Cristo ministra en nuestro favor,
para poner a disposición de los creyentes los
beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido
una vez y para siempre en la cruz. Llegó a ser
nuestro gran sumo Sacerdote y comenzó su
ministerio intercesor en ocasión de su
ascensión. En 1844, al concluir el período
profético de los 2,300 días, entró en el
segundo y último aspecto de su ministerio
expiatorio. Esta obra es un juicio investigador
que forma parte de la eliminación definitiva
del pecado, representada por la purificación
del antiguo santuario judío en el día de la
expiación. En el servicio simbólico, el santuario
se purificaba mediante la sangre de los
sacrificios de animales, pero las cosas
celestiales se purificaban mediante el perfecto
sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio
investigador pone en manifiesto frente a las
inteligencias celestiales quiénes de entre los
muertos duermen en Cristo y por lo tanto se
los considera dignos, en él, de participar de la
primera resurrección. También aclara quiénes
están morando en Cristo entre los que viven,
guardando los mandamientos de Dios y la fe
de Jesús y por lo tanto estarán listos en él para
ser trasladados a su reino eterno. Este juicio
vindica la justicia de Dios al salvar a los que
creen en Jesús. Declara que los que
permanecieron leales a Dios recibirán el reino.
La conclusión de este ministerio de Cristo
señalará el fin del tiempo de prueba otorgado
a los seres humanos antes de su segunda
venida (Heb. 8: 1-5; 4: 14-16; 9: 11-28; 10:
19-22; 1: 3; 2: 16-17; Dan. 7: 9-27; 8: 13, 14;
9: 24-27; Núm. 14: 34; Eze. 4: 6; Lev. 16; Apoc.
14: 6-7; 20: 12; 14: 12; 22: 12).
25
La segunda venida
de Cristo
La segunda venida de Cristo es la
bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran
culminación del Evangelio. La venida del
Salvador será literal, personal, visible y de
alcance mundial. Cuando regrese, los justos
muertos resucitarán y junto con los justos
vivos serán glorificados y llevados al cielo,
pero los impíos morirán. El hecho de que la
mayor parte de las profecías esté alcanzando
su pleno cumplimiento, unido a las presentes
condiciones del mundo, nos indica que la
venida de Cristo es inminente. El momento
cuando ocurrirá este acontecimiento no ha
sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a
estar preparados en todo tiempo (Tito 2: 13;
Heb. 9: 28; Juan 14: 1-3; Hech. 1: 9-11; Mat.
24: 14; Apoc. 1: 7; Mat. 24: 43-44; 1 Tes. 4:
13-18; 1 Cor. 15: 51-54;2 Tes. 1: 7-10; 2: 8;
Apoc. 14: 14-20; 19: 11-21; Mat. 24; Mar. 13;
Luc. 21; 2 Tim. 3: 1-5; 1 Tes. 5: 1-6).
26
La muerte y la
resurrección
La paga del pecado es muerte; pero Dios, el
único que es inmortal, otorgará vida eterna a
sus redimidos. Hasta ese día, la muerte
constituye un estado de inconsciencia para
todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo,
nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y
los justos vivos serán glorificados y
arrebatados para salir al encuentro de su
Señor. La segunda resurrección, la resurrección
de los impíos, ocurrirá mil años más tarde
(Rom. 6: 23; 1 Tim. 6: 15-16; Ecl. 9: 5-6; Sal.
146: 3-4; Juan 11: 11-14; Col. 3: 4; 1 Cor. 15:
51-54; 1 Tes. 4: 13-17; Juan 5: 28-29; Apoc.
20: 1-10).
27
El milenio y el fin
del pecado
El milenio es el reino de mil años de Cristo con
sus santos en el cielo que se extiende entre la
primera resurrección y la segunda. Durante ese
tiempo serán juzgados los impíos. La tierra
estará completamente desolada, sin
habitantes humanos, pero sí ocupada por
Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período,
Cristo y sus santos, junto con la Santa Ciudad,
descenderán del cielo a la tierra. Los impíos
muertos resucitarán entonces, y junto con
Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero
el fuego de Dios los consumirá y purificará la
tierra. De ese modo el universo será liberado
del pecado y de los pecadores para siempre
(Apoc. 20; 1 Cor. 6: 2-3; Jer. 4: 23-26; Apoc.
21: 1-5; Mal. 4: 1; Eze. 28: 18-19).
28
La tierra nueva
En la tierra nueva, donde morarán
los justos, Dios proporcionará un hogar eterno
para los redimidos y un ambiente perfecto
para la vida, el amor y el gozo sin fin, y para
aprender junto a su presencia. Porque allí Dios
mismo morará con su pueblo, y el sufrimiento
y la muerte terminarán para siempre. El gran
conflicto habrá terminado y el pecado no
existirá más. Todas las cosas, animadas e
inanimadas, declararán que Dios es amor, y él
reinará para siempre jamás. Amén (2 Ped. 3:
13; Isa. 35; 65: 1-25; Mat. 5: 5; Apoc. 21: 1-7;
22: 1-5; 11-15).
Los adventistas del séptimo día aceptamos la
Biblia como único credo y tenemos una serie
de creencias fundamentales basadas en las
grandes enseñanzas de las Escrituras. Estas
creencias, tal como se presentan aquí,
constituyen la forma en que nuestra Iglesia
entiende las enseñanzas bíblicas. Nuestras
creencias se revisan en cada congreso mundial
de la Asociación General, bajo el liderazgo del
Espíritu Santo, con el objetivo de presentarlas
de la manera más comprensible y con la
mayor cantidad de evidencia bíblica posible.