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PARA LOS PADRES

121

1

La Palabra de Dios

Las Sagradas Escrituras, que abarcan el

Antiguo y el Nuevo Testamento, constituyen la

Palabra de Dios escrita, transmitida por

inspiración divina mediante santos hombres de

Dios que hablaron y escribieron siendo

impulsados por el Espíritu Santo. Por medio de

esta Palabra, Dios ha comunicado a los seres

humanos el conocimiento necesario para

alcanzar la salvación. Las Sagradas Escrituras

son la infalible revelación de la voluntad divina.

Son la norma del carácter, el criterio para

evaluar la experiencia, la revelación autorizada

de las doctrinas, y un registro fidedigno de los

actos de Dios realizados en el curso de la

historia (2 Ped. 1: 20-21; 2 Tim. 3: 16-17; Sal.

119: 105; Prov. 30: 5-6; Isa. 8: 20; Juan 17: 17;

1 Tes. 2: 13; Heb. 4: 12).

2

La Deidad

Hay un solo Dios, que es una unidad

de tres personas coeternas: Padre, Hijo y

Espíritu Santo. Dios es inmortal, todopoderoso,

omnisapiente, superior a todos y omnipresente.

Es infinito y escapa a la comprensión humana,

no obstante lo cual se lo puede conocer

mediante su propia revelación que ha efectuado

de sí mismo. Es eternamente digno de

reverencia, adoración y servicio por parte de

toda la creación (Deut. 6: 4; Mat. 28: 19; 2 Cor.

13: 14; Efe. 4: 4-6; 1 Ped. 1: 2; 1 Tim. 1: 17;

Apoc. 14: 7).

3

Dios el Padre

Dios, el Padre Eterno, es el Creador, Origen,

Sustentador y Soberano de toda la creación. Es

justo, santo, misericordioso y clemente, tardo

para la ira y abundante en amor y fidelidad. Las

cualidades y las facultades del Padre se

manifiestan también en el Hijo y el Espíritu

Santo (Gén. 1: 1; Apoc. 4: 11; 1 Cor. 15: 28; Juan

3: 16; 1 Juan 4: 8; 1 Tim. 1: 17; Éxo. 34: 6-7;

Juan 14: 9).

4 

Dios el Hijo

Dios el Hijo eterno fue encarnado en

Jesucristo. Por medio de él fueron creadas todas

las cosas; él revela el carácter de Dios, lleva a

cabo la salvación de la humanidad y juzga al

mundo. Aunque es verdaderamente Dios,

sempiterno, también llegó a ser

verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue

concebido por el Espíritu Santo y nació de la

virgen María. Vivió y experimentó tentaciones

como ser humano, pero ejemplificó

perfectamente la justicia y el amor de Dios.

Mediante sus milagros manifestó el poder de

Dios y estos dieron testimonio de que era el

prometido Mesías de Dios. Sufrió y murió

voluntariamente en la cruz por nuestros

pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre los

muertos y ascendió al Padre para ministrar en el

Santuario celestial en nuestro favor. Volverá

otra vez con poder y gloria para liberar

definitivamente a su pueblo y restaurar todas

las cosas (Juan 1: 1-3, 14; Col. 1: 15-19; Juan

10: 30; 14: 9; Rom. 6: 23; 2 Cor. 5: 17-19; Juan

5: 22; Luc. 1: 35; Fil. 2: 5-11; Heb. 2: 9-18;

1Cor. 15: 3-4; Heb. 8: 1-2; Juan 14: 1-3).

5 

Dios el Espíritu Santo

Dios el Espíritu Santo estuvo activo con el

Padre y el Hijo en ocasión de la creación, la

encarnación y la redención. Inspiró a los autores

de las Escrituras. Infundió poder a la vida de

Cristo. Atrae y convence a los seres humanos; y

a los que responden, renueva y transforma a

imagen de Dios. Enviado por el Padre y el Hijo

está siempre con sus hijos, distribuye dones

espirituales a la iglesia, la capacita para dar

testimonio a favor de Cristo, y en armonía con

las Escrituras conduce a toda verdad (Gén. 1:

1-2; Luc. 1: 35; 4: 18; Hech. 10: 38; 2 Ped. 1: 21;

2 Cor. 3: 18; Efe. 4: 11-12; Hech. 1: 8; Juan 14:

16-18, 26; 15: 26-27; 16: 7-13).

6

La creación

Dios es el creador de todas las cosas, y ha

revelado por medio de las Escrituras un informe

auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo

en seis días «los cielos y la tierra» y todo ser

viviente que la puebla, y reposó el séptimo día

de la primera semana. De ese modo determinó

que el sábado fuera un monumento perpetuo

de la finalización de su obra creadora. El primer

hombre y la primera mujer fueron hechos a

imagen de Dios como corona de la creación; se

les dio dominio sobre el mundo y la

responsabilidad de tenerlo bajo su cuidado.

Cuando el mundo quedó terminado era "bueno

en gran manera", porque declaraba la gloria de

Dios (Gén. 1; 2; Éxo. 20: 8-11; Sal. 19: 1-6; 33:

6, 9; 104; Heb. 11: 3).

7

La naturaleza humana

El hombre y la mujer fueron hechos

a la imagen de Dios, con individualidad propia y

con la facultad y la libertad de pensar y obrar

por su cuenta. Aunque fueron creados como

seres libres, cada uno es una unidad indivisible

de cuerpo, mente y alma que depende de Dios

para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando

nuestros primeros padres desobedecieron a

Dios, negaron su dependencia de él y cayeron

de la elevada posición que ocupaban bajo Dios.

La imagen de Dios se desfiguró en ellos y

quedaron sujetos a la muerte. Sus

descendientes participan de esta naturaleza

degradada y de sus consecuencias. Nacen con

debilidades y tendencias hacia el mal. Pero

Dios, en Cristo, reconcilió al mundo consigo

mismo, y por medio de su Espíritu restaura en

los mortales penitentes la imagen de su

Hacedor. Creados para la gloria de Dios, se los

invita a amar al Señor y a amarse mutuamente,

y a cuidar el ambiente que los rodea (Gén. 1:

26-28; 2: 7; Sal. 8: 4-8; Hech. 17: 24-28; Gén. 3;

Sal. 51: 5; Rom. 5: 12-17; 2 Cor. 5: 19-20; Sal.

51: 10; 1 Juan 4: 7, 8, 11, 20; Gén. 2: 15).

8

El gran conflicto

La humanidad entera se encuentra

envuelta en un conflicto de proporciones

extraordinarias entre Cristo y Satanás en torno

al carácter de Dios, a su ley y a su soberanía

sobre el universo. Este conflicto se originó en el

cielo cuando un ser creado, dotado de libre

albedrío, se exaltó a sí mismo, y se convirtió en

Satanás, el adversario de Dios, e instigó a

nuestras

creencias