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alto y de buena apariencia. «Este seguramente es el hombre que el Señor ha elegido para ser

el próximo rey», pensó Samuel para sí.

Pero el Señor le habló a Samuel:

—No mires la altura y buena apariencia de ese hombre —le dijo—, yo no lo he elegido

para ser el rey.

Entonces el Señor le dijo a Samuel algo muy importante:

—Dios no ve de la misma manera como las personas. La gente mira solamente el exterior

de una persona. Sin embargo, el Señor ve su corazón.

Isaí le presentó a otro de sus hijos a Samuel. Samuel lo miró.

—El Señor no ha escogido a este hombre tampoco —dijo.

Isaí presentó su tercer hijo a Samuel. Samuel lo miró y movió la cabeza.

—No —dijo—, el Señor tampoco ha escogido a este.

Cada uno de los siete hijos de Isaí le fueron presentados a Samuel. Samuel se sentía

confundido.

—El Señor no ha elegido a ninguno de estos hombres —dijo, y

luego preguntó—, ¿son estos todos los hijos que tienes?

—Bueno —dijo Isaí—, tengo un muchacho más: David, el menor

de mis hijos. Lo dejé en el campo cuidando las ovejas.

En aquellos días los muchachos que pastoreaban ovejas no

eran importantes.

—Manda a buscarlo —dijo Samuel—. No nos vamos

a sentar hasta que él llegue.

Pronto llegó David. David amaba al Señor y el

Señor lo amaba a él, aun sabiendo que era el hijo

menor, un humilde pastor de ovejas.

—Ese es —le dijo el Señor a Samuel—. Úngelo.

Él es el futuro rey.

Así que Samuel tomó su vasija con aceite de

oliva y lo derramó sobre la cabeza de David. Y el

Espíritu del Señor bendijo a David y le dio poder

para hacer la obra importante que Dios había

planeado que hiciera.

¿Era David, el niño pastor de ovejas,

importante para Dios? Por supuesto que lo

era. Y tú también eres importante para Dios.