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Lección 6 | Miércoles 6 de noviembre
LA RESPUESTA DEL PUEBLO
Cuando Esdras abrió la Palabra de Dios, la Torá hebrea, el pueblo se
puso de pie. Antes de que Esdras leyera, bendijo a Dios. Después de leer,
el pueblo respondió con “¡Amén! ¡Amén!” (Neh. 8:5, 6) al unísono mientras
levantaba las manos al cielo. Luego inclinaron la cabeza y adoraron con el
rostro hacia el suelo.
Lee Nehemías 8:9 al 12. ¿Por qué los dirigentes le dijeron al pueblo: “No
os entristezcáis, ni lloréis”?
“Asi tambien, en tiempos posteriores, cuando en Jerusalen se leyo la
Ley de Dios a los cautivos vueltos de Babilonia, y cuando el pueblo lloraba
sus transgresiones, se pronunciaron las siguientes palabras bondadosas:
“ ‘No os entristezcais [...]. Id, comed alimentos grasos, bebed vino dulce
y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque este es dia
consagrado a nuestro Senor. No os entristezcais, porque el gozo de Jehova
es vuestra fuerza’ (Neh. 8:9, 10)” (
MC
186).
Mientras el pueblo escuchaba las palabras de Dios, se sintió impactado
por su propio pecado y se puso a llorar. Cuando Dios se nos revela y co-
menzamos a comprender que está lleno de amor, bondad, misericordia y
fidelidad, nuestras deficiencias y la incapacidad de ser lo que debemos ser
pasan a un primer plano. Ver la santidad de Dios a través de su Palabra nos
hace ver nuestra fatalidad desde una nueva perspectiva. Esta toma de con-
ciencia hizo que el pueblo de Israel llorara y se entristeciera, pero no debía
angustiarse, “porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Neh. 8:10). En
otras palabras, a pesar de sus fracasos, podían confiar en el poder de Dios.
Este era también un día especial, un día santo, la Fiesta de las Trompetas
(Rosh Hashaná), en la que los breves sonidos de las trompetas señalaban
la importancia de la preparación del “corazón” para el juicio del Señor
(Día de la Expiación, celebrado el 10º día del mes de Tishri). El sonido de
las trompetas marcaba un llamado a presentarse arrepentidos ante Dios.
Debido a que el día fue pensado para recordarle al pueblo que se volviera a
Dios, el llanto y la tristeza son comprensibles. Pero los dirigentes les recor-
daron que, una vez que se arrepintieron, Dios los había escuchado y, por lo
tanto, era hora de regocijarse en el perdón de Dios.
¿Qué debería decirnos esto acerca de cuán malo es el pecado, que crucificó a Jesús
como la única manera de resolver el problema del pecado y darnos esperanza?