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| Lección 7

Miércoles 13 de noviembre

LA LEY Y LOS PROFETAS

Lee Nehemías 9:23 al 31. ¿Cómo se describe a los israelitas en compara-

ción con la “gran bondad” de Dios (Neh. 9:25)?

La siguiente parte de la oración/sermón se centra en la vida en Canaán

cuando los israelitas poseyeron la tierra que Dios les había dado. Se les dio

tierras, ciudades, viñedos y campos listos para usar, pero ellos dieron todo

por sentado. Al final del versículo 25, se nos dice que “comieron, se saciaron

y se deleitaron en [s]u gran bondad”. Saciarse es una expresión que aparece

pocas veces en la Biblia (Deut. 32:15; Jer. 5:28), y en cada una de ellas tiene

una connotación negativa.

El pueblo podría haberse deleitado “en [s]u gran bondad”, pero no se

deleitó en Dios sino en todo lo que tenía. Aparentemente, tener todo no

produce una estrecha comunión con Dios. Muchas veces pensamos:

Si tan

solo tuviera esto o aquello, entonces sería feliz.

Desgraciadamente, vemos que

los israelitas recibieron todo de Dios y, sin embargo, su “felicidad” por esas

cosas solo los hacíamenos consagrados aDios. Muy amenudo es demasiado

fácil que nos concentremos en los dones mientras que nos olvidamos del

Dador. Este es un engaño fatal.

Por supuesto, esto no significa que no podamos alegrarnos por las cosas

que Dios nos ha dado. Él desea que nos regocijemos en sus dones, pero este

gozo en las cosas que él nos da no garantiza una relación conDios. De hecho,

si no prestamos atención, estas cosas pueden convertirse en un obstáculo.

No obstante, en este capítulo, los dirigentes confesaron de qué manera

habían sido infieles a Dios. Al repasar su historia, mencionaron específi-

camente las transgresiones que habían cometido como nación. Algunos

aspectos se destacan como especialmente importantes, porque se repiten:

(1) Israel desechó la Ley de Dios y (2) persiguió a los profetas.

En otras palabras, se dieron cuenta de que la Ley de Dios y sus profetas

eran esenciales para su desarrollo como nación piadosa y como personas.

La oración enfatiza esta conclusión al afirmar que, “si el hombre hiciere”

los mandamientos de Dios, “en ellos vivirá” (Neh. 9:29; cita directa de Lev.

18:5), y al destacar que fue el Espíritu el que habló a través de los profetas.

Dios nos ha dado sus mandamientos para una vida abundante, y envió a

sus profetas para guiarnos en nuestra comprensión de la verdad. Lo que

hacemos con estos dones es esencial para todos nosotros.