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Lección 7 | Domingo 10 de noviembre
AYUNO Y ADORACIÓN
Lee Nehemías 9:1 al 3. ¿Por qué el pueblo se separaba de todos los ex-
tranjeros?
Aunque Nehemías procuraba que el pueblo relacionara esta ocasión
con el gozo, ahora condujo a la asamblea a ayunar. Se humillaron ante Dios,
se arrojaron tierra sobre la cabeza y se vistieron con ropa áspera. Como
los extranjeros no participaban del pecado colectivo del pueblo de Israel,
los israelitas se apartaron de ellos, ya que los hebreos sabían que eran sus
pecados los que debían ser perdonados. Reconocieron los pecados de su
nación, que los habían llevado al exilio.
Sus oraciones colectivas y su confesión demostraron una profunda per-
cepción de la naturaleza del pecado. Los israelitas podrían haberse enojado
porque sus predecesores arruinaron a toda su nación y la condujeron al
exilio. O podrían haberse quejado de las decisiones de sus líderes y por la
falta de piedad que mostraron las generaciones anteriores, lo que los llevó
a su situación actual: eran tan solo un grupito de repatriados. Sin embargo,
en lugar de albergar odio y descontento, se volvieron a Dios con humildad
y confesión.
Nehemías 9:3 nos informa que el pueblo leyó el Libro de la Ley un cuarto
del día, y durante otro cuarto confesaron sus pecados y adoraron aDios. Esta
es la tercera lectura de la Torá. Leer la Torá es fundamental para la confesión,
que debe fundamentarse en la verdad que proviene de Dios. Mediante la
lectura de la Biblia, Dios se acerca a nosotros, y el Espíritu Santo puede ha-
blarnos y enseñarnos. La verdad de suPalabramoldea nuestro pensamiento
y comprensión, nos alienta y nos eleva. Los israelitas también se compun-
gieron y lloraron, porque dedicar tiempo a estar en la santa presencia de
Dios nos hace conscientes de su belleza y bondad, al tiempo que nos inculca
lo increíble que es que el Creador del Universo decida estar con nosotros
a pesar de nuestra indignidad. Por lo tanto, nos damos cuenta de que sin
Dios en nuestra vida no diferimos de ninguno de nuestros antepasados en
la fe. Solo cuando Dios obre en nosotros podremos ser lo que debemos ser.
Lee Daniel 9:4 al 19. Su oración, ¿de qué modo se aplica a nosotros hoy?
La realidad de esta aplicación, ¿qué debería decirnos individualmente y
como iglesia?