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Leccióndelalumno
LECCIÓN 6
¿Alguna vez has rechazado una comida
porque sabías que no era buena para ti
y sentiste que todos te miraban? Si has
pasado por esa experiencia, eso fue
exactamente lo que le sucedió a Daniel.
Si no, imagina lo que sería negarse a
obedecer la orden del rey.
D
aniel era solamente un
adolescente y ya la vida era difícil
para él. Jerusalén, su preciosa tierra, fue
atacada y sitiada por el ejército de un
país pagano hasta que el rey se rindió.
El rey y su familia, los dirigentes del
país y todos los soldados, los artesanos
y artistas fueron tomados prisioneros.
Daniel y sus tres amigos estaban entre
los que fueron llevados cautivos y
probablemente forzados a marchar
más de 965 kilómetros hasta Babilonia.
¡Qué cambio! Pasaron de ser los más
prominentes en su país a prisioneros en
una tierra extraña. Pero el hecho de que
Dios les había otorgado buena salud y
abundancia de habilidades naturales no
pasó inadvertido en Babilonia. El rey
Nabucodonosor pidió a uno de los
oficiales de su corte que escogiera entre
los prisioneros a los jóvenes más
prometedores. Ellos serían entrenados
para servir en la corte del rey.
Aprenderían el idioma y la literatura.
Tendrían nuevos nombres babilonios y
comerían de la mesa del rey.
Daniel y sus amigos sabían que
muchas cosas en sus vidas estaban fuera
de su control. No escogieron que su
ciudad fuese atacada. Ni escogieron ser
llevados prisioneros. No escogieron ser
separados de sus familias y alejados de
su país. Pero también sabían que ciertas
cosas estaban bajo su control. No
importa dónde estuvieran, podían
escoger adorar a Dios. Podían escoger
cuidarse así como les habían enseñado a
hacerlo. Podían escoger honrar a Dios en
todo lo que hicieran.
Su primera prueba llegó en el
momento de la cena. La mesa del rey
estaba llena de alimentos que un joven
hebreo nunca comería. «Pero Daniel se
propuso no contaminarse con la comida
y el vino del rey, así que le pidió al jefe de
los oficiales que no lo obligara a
contaminarse» (Daniel 1: 8).
Desobedecer la orden del rey no era
un asunto de poca importancia. «Tengo
miedo de mi señor el rey, pues fue él
quien te asignó la comida y el vino», dijo
el oficial de la corte. «Si el rey llega a
verte más flaco y demacrado que los
otros jóvenes de tu edad, por culpa tuya
me cortará la cabeza» (vers. 10).
No sabían que comer de la manera
que Daniel estaba pidiendo los
conservaría más fuertes y saludables. De
manera que Daniel negoció un trato:
«Haz con tus siervos una prueba de diez
días», dijo. «Danos de comer solo
verduras, y de beber solo agua. Pasado
ese tiempo, compara nuestro semblante
con el de los jóvenes que se alimentan con
la comida real, y procede de acuerdo
con lo que veas en nosotros».
La propuesta parecía razonable, de
modo que allí estaba el desafío. Al final
de los diez días Daniel y sus amigos
tenían un aspecto mucho más saludable
y nutrido que los demás muchachos.
Desde ese momento en adelante podían
comer todo lo que quisieran.
No solamente parecían y se sentían
mejor. Eran más inteligentes y sabios que
los demás alumnos que no cuidaban de
su salud de la forma que Dios les había
enseñado. Cuando acudieron ante
Nabucodonosor, el rey «no encontró a
nadie que los igualara; [...] en todos los
temas que requerían de sabiduría y
discernimiento los halló diez veces más
inteligentes que todos los magos y
hechiceros de su reino» (vers. 19, 20).
Escoger lo que debía comer puede
no parecer la batalla más importante
para un prisionero en un país pagano.
Pero esos muchachos habían prometido
adorar a Dios y eso abarcaba todos los
aspectos de sus vidas. Ellos habían
prometido glorificar a Dios en todo lo
que hicieran. Eso incluía cuidar de la
salud que él les había otorgado y seguir
las pautas que les había dado para
hacerlo.
Todos tomamos decisiones
diariamente. No importa cuán jóvenes
seamos. Podemos adorar a Dios por los
dones que nos da y cuidar de ellos de la
manera en que él nos enseña. Así como
Daniel, podemos glorificar a Dios en todo
lo que hacemos, ya sea comer, beber,
hacer deporte, dormir, confiar o respirar
aire puro. Todo lo que hacemos puede
ser un acto de adoración a nuestro
Creador.
Come, bebe y vive saludable