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rey, así que le pidió al jefe de los oficiales
que no lo obligara a contaminarse» (Daniel
1: 8).
Desobedecer la orden del rey no era un
asunto de poca importancia. «Tengo miedo
de mi señor el rey, pues fue él quien te
asignó la comida y el vino», dijo el oficial de
la corte. «Si el rey llega a verte más flaco y
demacrado que los otros jóvenes de tu
edad, por culpa tuya me cortará la cabeza»
(vers. 10).
No sabían que comer de la manera que
Daniel estaba pidiendo los conservaría más
fuertes y saludables. De manera que Daniel
negoció un trato: «Haz con tus siervos una
prueba de diez días», dijo. «Danos de comer
solo verduras, y de beber solo agua. Pasado
ese tiempo, compara nuestro semblante
con el de los jóvenes que se alimentan con
la comida real, y procede de acuerdo con lo
que veas en nosotros».
La propuesta parecía razonable, de
modo que allí estaba el desafío. Al final de
los diez días Daniel y sus amigos tenían un
aspecto mucho más saludable y nutrido
que los demás muchachos. Desde ese