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—¿Qué les pasa? —les preguntó José.
—Tuvimos unos sueños extraños anoche —contestó el copero, rascándose la cabeza—. Y
no sabemos lo que significan.
—Dios es el único que puede explicar los sueños —dijo José—. Cuéntenme sus sueños
—les pidió.
—Soñé con una vid que tenía tres ramas —replicó el copero—. Había uvas en las ramas,
yo exprimí el jugo de las uvas en la copa especial del rey y se la di a él.
—Dios me ayudará a explicarte el sueño —dijo José—. En tres días el rey te dejará en
libertad, y volverás a tu trabajo en el palacio.
El copero sonrió ampliamente.
—Cuando veas al rey, por favor háblale de mí —le pidió José—. Yo no he hecho nada
malo. No debería estar en esta prisión.
Entonces el panadero dijo:
—Soñé que había tres canastas de pan en mi cabeza —empezó—. Había un gran surtido
de repostería para el rey en las canastas. Pero los pájaros se
comían el pan.
José oró en silencio pidiéndole ayuda a Dios.
—Te explicaré el sueño —dijo José
tranquilamente—. En tres días el rey te
castigará, y tú morirás.
En tres días el rey tuvo su cumpleaños,
e hizo una gran fiesta para todos sus
oficiales. Durante la fiesta mandó a sacar de
la cárcel a su copero y a su panadero. Al
copero lo repuso a su antiguo trabajo, pero
castigó al panadero, como José había
dicho.
José esperó y esperó escuchar
que el copero le hablara al rey
acerca de él. Pero el copero se
olvidó de José.
José estaba triste porque el
copero se había olvidado de él.
Pero sabía que Dios lo amaba.
Confiaba en que Dios cuidaría de él
aun en la cárcel.