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—¿Para qué vendrá? —preguntó otro.

Entonces hablaron acerca de las maldades que le podían hacer a José, e hicieron planes,

terribles planes.

—¡Los encontré! —gritó José, corriendo para abrazar a sus hermanos.

Pero la sonrisa se desvaneció inmediatamente de su rostro al ver cómo lo prendían

rudamente. Lo primero que hicieron los hermanos fue arrebatarle la hermosa túnica que le

había regalado su papá. Luego lo empujaron hacia un gran pozo, ¡un hoyo tan profundo del

que no podría salir!

Los hermanos volvieron a su fogata y se sentaron a comer. Pero Rubén, el hermano mayor

de José, no se sentía bien con lo que habían hecho. Planeó secretamente sacar a José más

tarde del pozo y enviarlo de vuelta a casa. Rubén lo pensó mientras salió para atender las

ovejas.

Mientras Rubén estaba lejos, otro hermano, Judá, miró a la distancia.

—¡Ahí vienen unos mercaderes! —exclamó—. Esta es nuestra oportunidad para

deshacernos de ese soñador. Vendamos a José. Él puede ser su esclavo.

Así que los hermanos hicieron eso. Vendieron a José a los mercaderes por veinte piezas de

plata.

Al principio, José estaba lleno de miedo. Temblaba y se estremecía de terror. Entonces

pensó en su padre y en las muchas historias que

su padre le había contado respecto a la forma

en que Dios lo había cuidado siempre. José

decidió confiar en que Dios lo cuidaría a él

también. No entendía por qué le

había pasado esto tan malo,

pero confió en que Dios

estaría con él dondequiera

que fuera.

Tú también puedes

confiar en que Dios estará

contigo siempre. Estará

contigo donde quiera que

vayas y en todo lo que

hagas. Te ama y desea

que confíes en él.