32
—¿Para qué vendrá? —preguntó otro.
Entonces hablaron acerca de las maldades que le podían hacer a José, e hicieron planes,
terribles planes.
—¡Los encontré! —gritó José, corriendo para abrazar a sus hermanos.
Pero la sonrisa se desvaneció inmediatamente de su rostro al ver cómo lo prendían
rudamente. Lo primero que hicieron los hermanos fue arrebatarle la hermosa túnica que le
había regalado su papá. Luego lo empujaron hacia un gran pozo, ¡un hoyo tan profundo del
que no podría salir!
Los hermanos volvieron a su fogata y se sentaron a comer. Pero Rubén, el hermano mayor
de José, no se sentía bien con lo que habían hecho. Planeó secretamente sacar a José más
tarde del pozo y enviarlo de vuelta a casa. Rubén lo pensó mientras salió para atender las
ovejas.
Mientras Rubén estaba lejos, otro hermano, Judá, miró a la distancia.
—¡Ahí vienen unos mercaderes! —exclamó—. Esta es nuestra oportunidad para
deshacernos de ese soñador. Vendamos a José. Él puede ser su esclavo.
Así que los hermanos hicieron eso. Vendieron a José a los mercaderes por veinte piezas de
plata.
Al principio, José estaba lleno de miedo. Temblaba y se estremecía de terror. Entonces
pensó en su padre y en las muchas historias que
su padre le había contado respecto a la forma
en que Dios lo había cuidado siempre. José
decidió confiar en que Dios lo cuidaría a él
también. No entendía por qué le
había pasado esto tan malo,
pero confió en que Dios
estaría con él dondequiera
que fuera.
Tú también puedes
confiar en que Dios estará
contigo siempre. Estará
contigo donde quiera que
vayas y en todo lo que
hagas. Te ama y desea
que confíes en él.