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SEMANA

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inVita

Más alto y más claro

«Q

ueridos jóvenes, ¿cuáles son las metas y los propósitos de sus vidas?

¿Aspiran a una educación para tener renombre y posición en el mun-

do? ¿Tienen el pensamiento, que no se atreven a expresar, de estar algún día en

la cima de la grandeza intelectual; de sentarse en asambleas legislativas y deli-

berantes, y de ayudar a dictar leyes para la nación? No hay nada malo en esas

aspiraciones. Cada uno de ustedes puede llegar a sobresalir. No deberían con-

tentarse con adquisiciones mezquinas. Escojan una norma elevada y no escati-

men esfuerzos para alcanzarla» (

Mensajes para los jóvenes,

secc. 6, p. 26).

La convergencia de la espiritualidad con el mundo real es una clara eviden-

cia de la profundidad de nuestra relación con Cristo. En lugar de que nuestros

llamamientos seculares sean los prioritarios y esenciales, y que nuestros valo-

res espirituales sean secundarios, estamos llamados a hacer que lo espiritual

sea lo prioritario y esencial, y que nuestro trabajo diario ocupe un segundo

plano. En otras palabras,

nuestra relación con Cristo debe definir y dirigir el

motivo, el propósito y la forma en que realizamos nuestras labores.

Jesús dijo:

«Pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo

ante Dios, y recibirán también todas estas cosas» (Mat. 6: 33). ¿Es Dios apenas

un medio para bendecir tu trabajo secular? ¿O es tu trabajo una extensión na-

tural del llamado de Dios para tu vida? La decisión de elegir unos u otros estu-

dios, una u otra oferta de trabajo, la ubicación del hogar o incluso a tu cónyuge

debe basarse en dos principios: el reino de Dios y su justicia.

Para Nehemías, Dios estaba en el primer plano. El Señor le había asignado

un elevado objetivo. Él pudo haber estado en la corte con un propósito antro-

pocéntrico, esperando que Dios lo bendijera a distancia. Pero el Señor lo había

colocado en la corte con un propósito cristocéntrico, para ayudarlo a realizar

la voluntad de Dios para su vida.

Puesto que lo que el Señor desea es que su pueblo vaya y haga discípulos de

todas las naciones (ver Mat. 28: 19), ¿no deberíamos nosotros aspirar a los pues-

tos de excelencia, grandeza y poder, pero no para satisfacer nuestras humanas

ambiciones sino para lograr los propósitos de Dios? ¿Es tu actividad laboral o

profesional una cuña de entrada para el evangelio? ¿Cómo ha sido afectado tu

lugar de trabajo por tu relación con Dios? ¿Qué conexión existe entre el cielo

y tu mundo?