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A
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DIVISIÓN DE ASIA PACÍFICO SUR
27
Ann nunca quiso convertirse en cristiana.
Fue criada por una madre soltera y solía meditar en un templo ubicado en un pueblo tailandés
en la frontera con Laos. Participaba de sus actividades, e incluso a veces dormía allí.
Un día, se propuso asistir a la Universidad Misionera (actualmente, Universidad Internacional del
Pacífico Asiático), una institución de la Iglesia Adventista ubicada a 15 horas de distancia de su casa
en autobús. Ella le había oído decir a un egresado que el programa de trabajo de la universidad
alcanzaba para cubrir los costos de la matrícula.
Así que le dijo a su mamá: «No tenemos dinero y necesito estudiar. Quiero asistir a esta
institución».
Una vez en la Universidad Misionera, Ann se dedicó a trabajar y estudiar. Asistía a la Escuela
Sabática para mejorar su inglés, y allí escuchó por primera vez sobre el poder de la oración.
«Dios puede hacer milagros para todos —decía el maestro—. Solo necesitamos creer en él. Si
confiamos, obedecemos y oramos, él nos bendecirá».
Sin embargo, Ann no le creyó.
«Si oramos con todo el corazón, Dios responderá», insistía el maestro.
Pero ella seguía sin creer.
LA PRIMERA ORACIÓN
Al finalizar las vacaciones de verano, Ann se extravió en un nuevo centro comercial cercano a su
pueblo natal. Se suponía que debía encontrarse con su mamá a las cuatro y media de la tarde para ir a
la estación de autobuses y regresar a la Universidad Misionera. Pero no podía hallar el punto de
encuentro. Buscó frenéticamente a su madre hasta las cinco de la tarde, sin éxito. Abrumada por la
preocupación, recordó las palabras del maestro de la Escuela Sabática sobre la oración, e intentó
hacerlo.
«Señor, si realmente quieres que regrese a tu escuela y que te conozca más, por favor, permite
que encuentre a mi madre», dijo.
Cuando abrió los ojos, la mamá estaba parada frente a ella.
Ann no perdió el autobús. Cuando llegó a la estación, le informaron que la salida de la unidad se
había retrasado debido a problemas mecánicos.
«Me sentí muy sorprendida —dice Ann—. Era la primera vez que experimentaba el poder
de Dios».
A pesar de todo eso, ella no sentía deseos de ser cristiana.
SEGUNDA ORACIÓN
Su mamá se mudó a Bangkok con su hija menor, para estar más cerca de su hija. Pero un día, la
llamó desesperada, llorando.
«Tu hermana ha desaparecido y no sé qué hacer», le dijo.
Ann solicitó permiso para faltar a clases, y un maestro amablemente oró con ella antes de llevarla
a la parada del autobús. «Sigue orando y confiando en Dios —le dijo— y él te mostrará el camino».
Ella estuvo orando sin cesar durante todo el viaje a Bangkok. Cuando llegó, se enteró de que su
hermana había desaparecido después de una discusión con su mamá.
«¿Puedes salir y ayudarme a buscarla? —le rogó su madre—. He estado buscándola todo el día,
por todas partes».
Ann estuvo buscando a su hermana durante tres días, sin obtener ningún resultado. Ya había
perdido toda esperanza de encontrarla. Mientras caminaba, como no quería regresar aún a casa para
L
a
oración
por
la
hermana
desaparecida
Tailandia
22 de diciembre