La vida matrimonial puede ser muy complicada.
Fijémonos en el caso de Yoyo, un profesor de
secundaria de la India que trabajaba en Bangkok,
la capital de Tailandia.
Su esposa Carla, de nacionalidad filipina, se había
mudado con su pequeño hijo a Korat, una ciudad
ubicada a cinco horas de distancia en automóvil,
porque le habían ofrecido un trabajo como maestra de
preescolar en la Escuela Adventista Misionera
Internacional, ubicada en esa ciudad.
Por su parte, Yoyo había decidido quedarse en
Bangkok, porque tenía un trabajo bien remunerado en
una escuela privada, en la que enseñaba computación. Además, dictaba seminarios que le
aportaban un poco más de dinero.
Al principio él estuvo de acuerdo con el arreglo y todo parecía marchar bien. Pero
después de un tiempo, comenzó a sentirse inconforme con su complicado matrimonio.
Aunque ganaban bastante dinero, no le gustaba trabajar cinco días a la semana en Bangkok
y viajar a Korat los fines de semana. Especialmente, no le gustaba el viaje de regreso
a Bangkok los domingos en la noche. Así que decidió buscar un trabajo en Korat.
Sin embargo, por alguna razón esa tarea no resultó fácil. Se consideraba calificado para
casi cualquier trabajo, y de hecho en Bangkok tenía muchas ofertas. Pero en Korat nadie lo
empleaba.
Aplicó para varios trabajos como profesor, pero ninguno se concretaba. En cierta
oportunidad, llamaron con una oferta de trabajo de una escuela en Korat a la escuela en
Bangkok donde él trabajaba, pero al que llamó le dijeron: «Gracias, pero él ya firmó un
contrato con nosotros». Y así transcurrieron tres años.
Comenzó a pensar seriamente en sus prioridades. Él era hijo de un pastor y había crecido
en un hogar adventista en la India. Sin embargo, al terminar sus estudios universitarios
comenzó a comprometer su fidelidad a Dios y a irrespetar el sábado. Luego, se mudó a
Tailandia por invitación de su hermana. Allí conoció a Carla, una mujer adventista de
Filipinas y se casó con ella. En realidad, había asistido a la iglesia por ser hijo de un pastor,
pero no sentía amor por Dios.
Al reflexionar sobre su vida, oró: «Señor, quiero volver a ti, pero no puedo hacerlo solo».
Finalmente, tomó la decisión de renunciar a su trabajo en Bangkok y mudarse a Korat.
Ahora, por primera vez en su vida, dependía del ingreso de su esposa y no se sentía cómodo
con esa situación. Así que cada día oraba fervientemente pidiendo a Dios un trabajo.
Pasaron dos meses y su desánimo iba en aumento.
«Me sentía frustrado y molesto —dice él—. Estaba acostumbrado a trabajar y sentirme
útil e importante. Fue una etapa muy decepcionante de mi vida».
Un día, el director de la Escuela Adventista Misionera Internacional le dijo que tenían
una vacante para un maestro de computación. Él reunía todas las especificaciones para el
trabajo, pero el puesto era para un voluntario no remunerado.
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DIVISIÓN DE ASIA PACÍFICO SUR
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Tailandia
15 de diciembre
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Yoyo Shimray