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DIVISIÓN DE ASIA PACÍFICO SUR

21

Indonesia

1º de diciembre

E

nvenenadas

sin

éxito

Desi Natalia Ango, de dieciocho años, se sintió feliz y privilegiada cuando ella y una compañera

de estudios fueron seleccionadas para trabajar un año como misioneras en Limbong, un poblado

situado al sur de la isla Sulawesi, en Indonesia.

La joven imaginaba que se trataba de un buen lugar, ubicado en una gran ciudad.

Pero cuando ella y su amiga llegaron a la oficina del campo local, se dieron cuenta de que se trataba

de un lugar bastante recóndito. Primero, emprendieron un viaje en automóvil que duró tres horas.

Luego las trasladaron en motocicleta, durante cinco horas, por una carretera resbaladiza a través de una

montaña, en el que Desi por poco se cae de la motocicleta. Finalmente, al terminarse el camino, debían

continuar el recorrido a pie para llegar a su destino, que se encontraba como a ocho horas de allí.

Antes de iniciar la caminata tuvieron que pasar por una oficina del gobierno local, para solicitar

permiso para subir la montaña. En ella se encontraban varias personas de Limbong, quienes con

gran entusiasmo celebraron su intención de visitar la aldea.

Cuando llegaron las jóvenes misioneras, los aldeanos les dieron la bienvenida con una ceremonia

tradicional: cocinaron y asaron una gallina joven, de plumaje y patas negras, que ofrecieron a las

visitantes, mientras ellos comían pollo normal.

«No hablábamos su dialecto, ni entendíamos lo que decían. En realidad, no sabíamos qué hacer»,

cuenta Desi.

Más importante aún, las jóvenes no tenían idea de cómo compartir con los aldeanos su amor

por Jesús, así que decidieron ayunar y orar durante dos días.

CARBÓN Y PAPAYA

Al día siguiente de su llegada, una mujer del pueblo se acercó a pedirles ayuda. Quería que visitaran

a su madre, llamada Indo Reko, que estaba enferma en cama. La anciana sufría un flujo de sangre,

muy parecido al que padecía la mujer que fue sanada por Jesús, cuya historia se encuentra registrada

en Marcos 5: 25-34. Las misioneras no tenían ninguna experiencia en medicina y no sabían qué hacer.

Como tenían algo de carbón, mezclaron dos cucharadas con agua y pidieron permiso para orar.

Oraron así: «Señor, creemos que si tú quieres, puedes curar a esta mujer con este carbón—relata

Desi—. Pero seguíamos pensando:

¿Qué más podemos hacer?».

Decidieron llamar a la sede del Movimiento Misionero 1000, la organización que las había

enviado a la aldea. Sin embargo, para encontrar una zona en la que el teléfono celular alcanzara

recepción, tuvieron que subir aún más la montaña, durante casi una hora. Cuando finalmente

lograron la comunicación, una enfermera de la escuela les recomendó que hicieran un puré de

lechosa pequeña (con semillas y todo) con una banana y se lo dieran a la enferma.

De regreso en la casa de Indo, Desi le dijo a la mujer: «Somos cristianas, y creemos que Jesús te

ama. Él te ayudará y te sanará si comes esto».

Las misioneras la alimentaron con la mezcla de lechosa y banana todos los días, durante treinta

días. También le enseñaron a abstenerse de comer cerdo y otras carnes impuras. Aproximadamente

al mes de tratamiento, el flujo de sangre se había detenido e Indo pudo retomar su vida normal.

Los otros aldeanos se sorprendieron al percatarse de lo ocurrido y comenzaron a pedirles que

atendieran también a sus hijos y otros familiares enfermos. Las jóvenes lo hicieron, depositando toda

su confianza en la oración y el carbón.

ADVERTENCIA DE ENVENENAMIENTO

Los aldeanos apreciaron mucho las atenciones recibidas y comenzaron a ofrecer a las chicas

consejos y recomendaciones útiles. Especialmente, todos coincidían en aconsejarles que se

mantuvieran alejadas de cierta casa en el pueblo.