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Lección 11
los bendecirá. Lo afirma personalmente: “Os abriré las ventanas de los cielos, y
derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10). Por
lo tanto, alentamos a los demás a dar a Dios para que reciban la bendición que
Dios promete.
Sin embargo, la entrega de diezmos y ofrendas no debe ser en función de
las bendiciones que recibimos. De hecho, al acto de diezmar se lo conoce como
“devolver” el diezmo, porque todo lo que tenemos ya es una bendición de Dios,
porque él nos la ha dado. Lo devolvemos porque Dios es nuestro Creador y lo
reconocemos como tal. Damos en gratitud por lo que él ha hecho: nos creó, nos
sostiene, nos cuida, murió por nosotros y continúa re-creándonos. Vemos la ac-
titud de gratitud al diezmar, especialmente en las historias de Abraham y Jacob.
En Génesis 14, leemos de una batalla en Canaán. Cuatro reyes mesopotámicos
(los reyes de Sinar, Elasar, Elam y Goim) lucharon contra cinco reyes de Canaán,
específicamente de las ciudades de Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela.
Los reyes mesopotámicos ganaron la batalla, y se apoderaron del botín y de
los cautivos. Como Lot vivía en esa región, fue capturado. Cuando Abram se
dio cuenta de que se habían llevado a su sobrino, armó a 318 de sus sirvientes
entrenados y persiguió al ejército mesopotámico. Su pequeño contingente de
guerreros alcanzó y atacó a los mesopotámicos, y ganó. Dios le dio a Abram una
victoria increíble, y él recuperó todo lo que habían tomado, incluyendo a Lot.
En el camino de regreso, Abram tuvo un encuentro sorprendente con el rey
de Salem, a quien también se lo llama “sacerdote del Dios Altísimo”. Melquisedec
bendijo a Abram, y luego Abram le dio a él “los diezmos de todo” (Gén. 14:20).
Hebreos 7:2 y 4 especifica que Abram dio una décima parte de lo que tenía.
Abram devolvió un décimo a Dios porque Dios le dio una victoria increíble. Fue
sorprendido por el asombroso y poderoso Dios que fue con él y luchó por él.
Su corazón estaba lleno de gratitud, y así, por agradecimiento, dio un diezmo.
Jacob tuvo una experiencia similar cuando sus padres lo enviaron con su tío
Labán para casarse con una esposa que obedeciera Dios, en lugar de una mujer
cananea, y también para protegerlo de su hermano Esaú, que había decidido
matarlo. Mientras huía a Harán, Jacob se quedó dormido, y Dios le dio un sue-
ño donde vio una escalera que subía al cielo y los ángeles subían y bajaban, y
“Jehová estaba en lo alto de ella” (Gén. 28:13). Dios le habló y le prometió estar
con él y bendecirlo. Cuando Jacob se despertó del sueño, exclamó: “¡Cuán te-
rrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (Gén.
28:17). Después, Jacob hizo una promesa de que si Dios realmente estaba con
él, como se lo manifestó en el sueño, entonces no solo el Señor sería su Dios,
sino también Jacob le daría a Dios una décima parte de todo lo que Dios le diera
(Gén. 28:20-22). Una vez más, vemos a una persona asombrada por quién es
Dios y por lo que hace, y luego, en gratitud, promete dar el diezmo fielmente.
Por lo tanto, es con un corazón lleno de gratitud y agradecimiento que de-
volvemos el diezmo. No principalmente porque recibiremos una bendición al
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