Previous Page  67 / 130 Next Page
Basic version Information
Show Menu
Previous Page 67 / 130 Next Page
Page Background

65

mente humana se trastorne y se vuelva

como la de un animal, hasta que hayan

transcurrido siete años» (Daniel 4: 15, 16,

NVI).

Daniel sabía que esto se refería al rey.

Había llegado a ser grande y su grandeza

había crecido hasta alcanzar los lugares más

lejanos de la tierra. Pero no reconocía a

Dios.

—Usted será apartado de la gente y

habitará con los animales salvajes

—interpretó Daniel—. Comerá pasto como

el ganado, y se empapará con el rocío del

cielo (vers. 25).

Pasarían siete años hasta que

Nabucodonosor reconociera que Dios

gobierna los reinos terrenales y los da a

quien desea. Y luego, como las raíces que

quedaron en la tierra, Nabucodonosor sería

restaurado.

—Por lo tanto, yo le ruego a Su

Majestad aceptar el consejo que le voy a dar

—le dijo Daniel—. Renuncie usted a sus

pecados y actúe con justicia; renuncie a su

maldad y sea bondadoso con los oprimidos.

Tal vez entonces su prosperidad vuelva ser

la de antes (vers. 27).

Por un tiempo el rey siguió el consejo de

Daniel, pero su corazón no había cambiado.

Cuando pasaron los meses y nada sucedió,

nuevamente sintió celos por los reinos que

le sucederían. Un año después del sueño,

Nabucodonosor caminaba por la terraza de

su palacio y miró su esplendorosa ciudad.

«¡Miren la gran Babilonia que he construido

como capital del reino! ¡La he construido

con mi gran poder, para mi propia honra!»,

dijo el rey con mucha presunción (vers. 30).

Las palabras estaban aún en sus labios

cuando la profecía se cumplió. Una voz del