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la súplica de este siervo tuyo. Oye el
clamor y la oración que hoy elevo en tu
presencia. Cuando yo (o mi pueblo) oren
en este lugar, oye desde el cielo, donde
habitas; ¡escucha y perdona! Cuando en
el país haya hambre, peste, sequía, o
plagas de langostas o saltamontes en los
sembrados, o cuando el enemigo sitie
alguna de nuestras ciudades, en fin,
cuando venga cualquier calamidad o
enfermedad, oye sus oraciones desde el
cielo, donde habitas y sánalos para que
confíen en ti, y te conozcan, y anden en
tus caminos.
»Hay extranjeros aquí en Israel, y
muchos vendrán aquí para aprender de
ti. Oye sus oraciones, y ayúdalos para que
te conozcan y te amen como Israel lo
hace hoy. Y hazles comprender que en