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XPLICA LA HISTORIA

¿Por qué crees que Ana deseaba tanto un hijo?

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¿Por qué Elí pensó que Ana estaba ebria cuando la encontró en el

templo?

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Si un sacerdote o pastor encontrara a alguienmuy parecido a Ana en su

iglesia o templo, ¿crees que la trataría del mismo modo como lo hizo Elí?

¿Por qué sí o por qué no?

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¿De qué manera esta historia refleja la gracia de Jesucristo y el poder de

la oración?

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Vuelve a leer la historia y escribe algunos de los puntos más importantes

y de las frases que sean más relevantes para tu vida.

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LECCIÓN 2 / JÓVENES

P

untos de impacto

P

untos de vista

«La oración no cambia a Dios, sino que cambia al que ora».—

Soren Kierkegaard, filósofo y teólogo

danés del siglo XX.

«La oración en realidad influye sobre Dios. No influye en su propósito. Pero sí influye en

su acción».—

S. D. Gordon, autor y orador cristiano estadounidense de los siglos XIX y XX.

«La oración no es un simple impulso ocasional al que respondemos cuando estamos en

problemas: la oración es una actitud de la vida».—

Walter A. Mueller.

«Tenemos que orar con los ojos puestos en Dios, no en las dificultades».—

Oswald Cham-

bers, maestro y ministro cristiano escocés de los siglos XIX y XX.

«Tú, la que moras entre muchas

aguas, rica en tesoros, ha venido tu

fin, la medida de tu codicia»

(Jere-

mías 51: 13, RV95).

«¡Ay de ti, que has llenado tu casa

con el producto de tus robos, para

ponerte a salvo de todo peligro!»

(Habacuc 2: 9).

«Pero tengo unas cuantas cosas con-

tra ti: que ahí tienes algunos que no

quieren apartarse de la enseñanza

de Balaam, el cual aconsejó a Balac

que hiciera pecar a los israelitas in-

citándolos a comer alimentos ofre-

cidos en sacrificio a los ídolos y a la

prostitución»

(Apocalipsis 2: 14).

«¡Ay de ellos!, porque han seguido

el ejemplo de Caín. Por ganar dine-

ro se han desviado, como Balaam, y

como Coré, mueren por su rebel-

día»

(Judas 1: 11).

«No amen el dinero; conténtense

con lo que tienen, porque Dios ha

dicho: “Nunca te dejaré ni te aban-

donaré”»

(Hebreos 13: 5).