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a
SEMANA
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inTerioriza
El templo y los diezmos
E
n los dos primeros versículos del capítulo 13 se dice que los amonitas jamás
debían pertenecer al pueblo de Dios por su histórica falta de hospitalidad hacia
los hijos de Israel. Además, Tobías el amonita fue un enemigo implacable del
proyecto de reconstrucción y de Nehemías. ¡Qué impactante hubiera sido que al
regresar a Jerusalén tras haber servido durante doce años de la corte de Artajer-
jes, Nehemías encontrara al enemigo amonita activo en las interioridades de la
casa de Dios (Neh. 13: 7)! Los versículos 8 y 9 muestran a Nehemías echando fuera
de la casa de Dios las pertenencias de Tobías y ordenando que se purificara aque-
lla habitación.
Luego Nehemías observó que los levitas no recibían los diezmos de los pro-
ductos de la tierra. Así que restauró el sistema del diezmo y el almacenamiento
de los productos del diezmo, mientras que reorganizaba el personal de la tesore-
ría (ver Neh. 13: 11-13).
¿Por qué era tan vehemente Nehemías?
Esto podría no encajar muy bien en nuestro contexto cultural actual. Nehe-
mías no estaba preocupado por lo «políticamente correcto» y parece que tenía
un par de cuestiones en mente:
1
o
. La casa de Dios y el diezmo son santos. El diezmo de toda ganancia es algo
sagrado. La parte sagrada era para un Dios santo y tenía un propósito santo:
sostener el sacerdocio de la casa de Dios, que en conjunto era sagrado.
2
o
. Recordó que había estampado su firma en el pacto realizado con los dirigentes
de Jerusalén. Si lo hubieran respetado, habrían sido bendecidos; pero al incum-
plirlo, estaban por ser objeto de maldiciones.
En consecuencia, Nehemías intenta restaurar los cuatro elementos del pacto
a lo largo de este capítulo, concluyendo cada vez con la frase: «Acuérdate de mí,
Dios mío» (vers. 14, 31, RV95), en ambos casos, si leemos los dos versículos com-
pletos vemos que lo que quiere decir es: «Señor, no me incluyas en las maldicio-
nes, porque yo no me he adherido a esta rebelión».
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