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a

SEMANA

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inVita

El legado del líder

U

nos dirigentes pasan y llegan otros. Aquellos que parecían muy poderosos

gracias a sus posiciones de liderazgo son fácilmente olvidados cuando son sus-

tituidos. En muchas ocasiones la gente olvidará lo que han realizado sus diri-

gentes. Los líderes bíblicos no encuentran su legado en monumentos, obitua-

rios o bibliotecas conmemorativas; lo encuentran en la memoria de Dios.

Nehemías oró tres veces a Dios para que lo recordara a él y una vez para que

recordara las malas acciones de la gente. A pesar de haber trabajado toda su

vida en el servicio público para el rey y para el beneficio de la gente de Judá,

su principal preocupación fue lo que Dios pensaría de él al final de todo.

Aunque Nehemías como líder era alguien excepcional y admirable, seguía

siendo humano. En el último capítulo vemos que sus frustraciones hicieron

aflorar aquello que no era lo mejor de él, cuando comienza a imponerse por la

fuerza. Además, ya para el primer advenimiento de Cristo sus reformas se ha-

bían radicalizado. Mientras Nehemías se enfrentaba a un pueblo que se inclina-

ba demasiado a la liberalidad, Cristo encontró a un pueblo que se había radica-

lizado en lo espiritual. Se sentían demasiado temerosos de violar los cuatro

aspectos enfatizados por Nehemías en un pacto, por lo que crearon reglas ex-

trañas para evitar sus transgresiones. Las leyes del diezmo eran minuciosas res-

pecto a la menta y el anís; las leyes respecto a la pureza no permitían que

prácticamente nadie se acercara al santuario; las leyes sobre el matrimonio in-

hibían cualquier contacto social con los no judíos; ¡y toda la inmensa reglamen-

tación adicional respecto al sábado convirtió al día santo de reposo en una

carga en lugar de una delicia! Jesús iba a tener que luchar contra una mentali-

dad en la que se cumplía aquello del aforismo legal de «Summum ius, summa

iniuria» (algo así como: Demasiado de la ley, mucha injusticia), que suele lle-

var al exclusivismo, el legalismo, y finalmente al orgullo y la hipocresía y el

cinismo.

En última instancia, Nehemías fue ni más ni menos que una sombra del

líder supremo, Jesucristo. Ningún líder humano fue, es o será un modelo tan

ideal, respecto al carácter y al ministerio de nuestro Señor. Pedro declara que

Cristo es nuestro único ejemplo y que nosotros debemos seguir «sus pasos»

(1 Ped. 2: 21).