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Leccióndelalumno
LECCIÓN 9
¿Has sido engañado alguna vez? ¿Cómo
te sentiste? ¿Tonto, enojado? En nuestra
historia de hoy un rey fue engañado
para hacerle daño a su mejor amigo.
Pero Daniel no estaba preocupado.
Confió en Dios y Dios no lo defraudó.
D
aniel era un anciano. Muchas
cosas habían acontecido desde
que salió de su hogar en Jerusalén
cuando era adolescente. Desde el
principio prometió confiar en Dios y
nunca lo defraudó. Dios había
protegido a Daniel y a sus tres amigos.
Pero ahora las cosas habían cambiado
nuevamente.
El nieto de Nabucodonosor no era
tan sabio como Nabucodonosor y
había perdido el imperio. Ahora Darío
era el rey. Darío colocó a Daniel a cargo
del gobierno. Se habían convertido en
buenos amigos y de vez en cuando el
rey Darío y Daniel hablaban acerca de
Dios.
No todos estaban contentos con esta
relación. Algunos de los antiguos
gobernantes creían que ellos debían
tener ese cargo. Vigilaban a Daniel muy
de cerca para encontrar algo en su
contra. Pero lo único que podían
encontrar contra Daniel era la lealtad
a su Dios.
Hablaron acerca de esto, tramaron
y planearon y finalmente encontraron
una idea perfecta y se presentaron ante
el rey.
—Rey Darío, sabemos que eres un
gran rey. Porque eres muy grande
pensamos que es justo que todos tus
súbditos te adoren a ti y solamente a ti
por el período de un mes.
—Bueno... no sé —dijo el rey.
—No habría una mejor manera de
mostrar respeto y lealtad que postrarse
ante ti y solamente ante ti por un mes. Y
el que no lo haga, pensamos que debe
ser arrojado en el foso de los leones
—replicó el oficial.
El rey comenzó a pensar. Esta era una
propuesta halagadora. Firmó su nombre
con una ceremonia fuera de lo común.
Los oficiales tropezaban unos con otros
al salir de la habitación real, apenas
podían contener su alegría.
Daniel leyó el decreto y suspiró. Sabía
que era una trampa, pero no titubeó. Fue a
su casa, abrió las ventanas y se arrodilló
mirando hacia Jerusalén para orar. Siempre
oraba en aquel mismo lugar, tres veces al
día. No dejaría de hacerlo ahora. Pidió a
Dios que le diera valor y sabiduría y le
agradeció por su protección.
Los oficiales se colocaron en un lugar
donde podían vigilar discretamente.
Esto era muy fácil. «Allí estaba Daniel
—pensaron—, orando como de
costumbre». Una vez más tropezaban
unos con otros para correr hacia donde
estaba el rey.
—Oh rey, ¿recuerdas el decreto que
firmaste ayer? Alguien ya lo quebrantó.
Esto lo decían tratando de esconder
su alegría detrás de rostros con
expresiones de solemnidad.
—¿Quién? —gritó Darío.
—Daniel —dijeron controlando su
respuesta.
Inmediatamente Darío comprendió
que había sido engañado. Ordenó que
todos salieran y comenzó a dar pasos de
furia y frustación. ¿Cómo podía salvar a
su amigo?
Cerca del anochecer, los oficiales se
llenaron de valor y regresaron.
—No tiene sentido, rey Darío. La ley
es la ley, y nada la puede cambiar. Daniel
debe ser arrojado a los leones.
Darío envío un mensaje en contra de
su voluntad para que Daniel fuera
arrojado al foso de los leones.
—Lo siento —dijo el rey—. Espero
que tu Dios te pueda salvar.
Daniel se mantuvo en calma
mientras lo bajaron al foso y sellaron el
mismo con el sello real.
Esa noche Darío no pudo dormir. Se
movía de un lugar a otro. Temprano en la
mañana corrió al foso.
—¡Daniel! ¡Daniel! ¿Estás vivo?
—Oh rey, ¡para siempre vive! Mi Dios
cerró la boca de los leones y no me han
hecho ningún daño —contestó de
manera segura y calmada.
Darío sonrió de oreja a oreja.
¡El Dios de Daniel estuvo con él!
Inmediatamente Darío ordenó que
sacaran a Daniel y lo sustituyeran por sus
acusadores. En este momento los leones
no esperaron. No querían rechazar el
almuerzo una vez más.
Entonces Darío envió otro decreto.
En este decreto dio gloria a Dios:
«He decretado que en todo lugar de
mi reino la gente adore y honre al Dios
de Daniel.
»Porque él es el Dios vivo, y
permanece para siempre. Su reino jamás
será destruido, y su domino jamás
tendrá fin. Él rescata y salva; hace
prodigios en el cielo y maravillas en la
tierra. ¡Ha salvado a Daniel de las garras
de los leones!» (Daniel 6: 26, 27, NVI).
El Dios de Daniel también es nuestro
Dios. Podemos ir con él dondequiera
que nos guíe con confianza en su
amante cuidado.
El almuerzo del león