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atemorizantes. Tratamos una y otra vez de

animarlo a entrar en el agua, pero no lo

conseguimos.

El día pasó. Poco antes de irnos, bajamos al

agua una vez más. Esta vez, su valor había

aumentado. Se aferró de mi mano y de la mano

de su mami. Sostenido confiadamente por

ambos, se dirigió hacia las olas. Más tarde

reflexioné en lo sucedido ese día. «Señor —oré—:

¡Ayúdale a aprender a confiar en ti de ese

modo!»

Compartan formas en las que ustedes pueden

enseñar a sus hijos a aferrarse de Dios.

TERCERA SEMANA

Estaba oscuro como boca de lobo en las

profundidades de la caverna Mamut. Más negro

que cualquier noche. Estábamos en la parte de la

torre donde el guía apaga las luces para dar a los

visitantes una oportunidad de experimentar la

oscuridad, tan negra que usted no puede ver su

mano frente a la cara. Nuestro hijo menor se

aferró a la pierna de su papá y susurró:

«Papi, ¿Jesús sabe que estamos aquí abajo?»

Él siempre sabe. No importa cuán oscura sea

la noche, cuán desesperadas las circunstancias o

cuán lejana pudiera parecer la luz, él sabe y ha

prometido no abandonarnos. «Estaré con ustedes

siempre» (Mateo 28: 20).

Compartan una ocasión cuando sintieron que

era su hora más oscura. ¿Cómo les ayudó Jesús?

CUARTA SEMANA

Estábamos visitando a mis padres cuando mi

hijo de 17 meses fue mordido por hormigas

arrieras. Lo llevamos al centro de cuidados de

emergencia donde dijeron que había que abrir

cada una de las mordidas inflamadas y poner

medicamento en ellas.

Al día siguiente estaba jugando con su primo

cuando saltó de la cama y se dislocó el hombro.

Así que inmediatamente fuimos de nuevo al

centro de cuidados de emergencia. Me

interrogaron acerca de las horribles ronchas,

aunque acababa de estar allí el día anterior. El

hombro de mi hijo fue puesto de nuevo en su

lugar y nos fuimos a casa.

Al día siguiente, salió corriendo por la puerta

y se dirigió al pavimento mojado donde el

abuelito estaba lavando el carro. Increíblemente,

resbaló y cayó, aterrizando en tal forma que se

quebró la pierna. Yo no deseaba regresar al

mismo lugar donde había estado los dos días

anteriores, pero era el lugar más cercano, así,

que fuimos allí.

Después de ver a este niño tres veces en tres

días consecutivos, la gente del centro de

emergencias me denunció al servicio de protección

del menor. Los representantes vinieron y no me

permitieron estar con mi niñito. ¡Me sentía

completamente abandonada! Eventualmente todo

salió bien, y después de algunas horas me reuní

con él. Pasamos por una experiencia horrible, pero

nunca olvidaré el sentimiento que experimenté de

estar totalmente desvalida.

Compartan una ocasión cuando se sintieron

tremendamente desamparados en relación con

su hijito. ¿Cómo es Dios nuestro auxilio cuando

llegan esos momentos?

QUINTA SEMANA

(opcional)

Cuando mi hija menor tenía tres años,

visitábamos bastante a su abuelita. Su abuelita

tenía una gran huerta donde crecían hileras tras

hileras de maíz. Un cálido día al final del verano,

la abuelita me pidió que cortara algunas

mazorcas para la comida. Tomé a mi pequeñita

de la mano y fuimos a la huerta. Una vez allí,

solté su mano y me dediqué a recoger el maíz.

Pronto escuché una voz llena de lágrimas.

—¡Mamá!, ¡mamá!, ¿dónde estás? ¡No te

puedo ver!

Rápidamente respondí, me asomé entre las

hileras de maíz y allí estaba, mirando alrededor.

—Yo te puedo ver —dije sonriendo—. ¡Aquí

estoy!

Ella corrió hacia mí y tomó mi mano y juntas

llevamos el maíz a la casa.

—Yo no estaba realmente perdida, ¿verdad

mamá? —preguntó.

—No, queridita, yo te estaba cuidando todo

el tiempo. Y así es Jesús. Está cuidándote todo el

tiempo también.

Cuenten de una ocasión cuando ustedes

sabían que Dios estaba cuidando a su hijo.

LECCIÓN 3

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