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Nuevo Horizonte

abril-junio

15

15 de junio de 2019

L

a naturaleza nos habla de progreso. Y

es que casi toda ella se transforma

de una manera tan sorprendente, que

solo podemos atribuir el proceso a Dios.

Por insignificante que parezca una semi-

lla, al ser colocada bajo la tierra no puede

evitar germinar. Esta se convierte en una

planta que progresivamente llega a ser

un árbol. Luego, el árbol produce flores

y da muchos frutos. Ahora, estos cambios

no se detienen ahí: el fruto del árbol pro-

duce otras semillas que se convierten en

árboles. Y así, poco a poco se van convir-

tiendo en un bosque. Es sorprendente,

¿verdad?

A través del desarrollo de la natura-

leza, vemos las intenciones benévolas

de nuestro Creador, que se deleita en el

progreso.

Sin embargo, es bueno tener en cuen-

ta que ninguna semilla puede producir

absolutamente nada, a menos de que mue-

ra. La semilla debe morir, desintegrarse o

transformarse, para poder dar frutos. Esto

es lo que nos enseñan las palabras de

Jesús sobre el grano de trigo (ver Juan

12: 24), cuando dijo que debe morir para

dar mucho fruto.

La semilla por sí sola es valiosa. Sin

embargo, tiene más valor cuando muere

que cuando permanece intacta. Lo mismo

ocurre con nosotros: hemos sido redimi-

dos por Jesús. Somos seres maravillosos y

valiosos a los ojos de Dios porque todos

hemos sido creados a su imagen. Sin em-

bargo, lo mejor de nosotros solo es visible

cuando morimos al yo; es decir, cuando

aceptamos los cambios, renunciamos a

nuestra ganancia, y asumimos una nueva

identidad. Esa es la única manera en que

Jesús puede ser glorificado en nuestro ser.

Según esta ilustración tomada de la

naturaleza, el progreso es inevitable. Por

supuesto, somos salvos por la gracia de

INVERSIÓN

Dios quiere que progresemos

Lo mejor de nosotros solo es visible cuando morimos al yo;

es decir, cuando aceptamos los cambios, renunciamos

a nuestra ganancia, y asumimos una nueva identidad.